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Por el bien ciudadano

La hora de la bata

La hora de la bata
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No hay nada como regresar al hogar después de un intenso día de trabajo, descalzarse, ponerse el pijama, envolverse en una bata y disponerse a disfrutar del descanso.

Solo o en compañía, la noche es propicia para desconectarse del trajín de la jornada y ordenar los
pensamientos.

ponerse la bata

Ese lapso antes de ir a la cama es un espacio en el que se relaja el cuerpo, se distrae la mente y se dejan atrás las preocupaciones del día.

Cada quien elige el modo de pasar su tiempo antes de ir a dormir; hay gente que prefiere leer, escuchar música, oír la radio, enterarse de las noticias, ver las series de moda o contestar mensajes de las redes
sociales.

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Una entrañable amiga tapatía y yo imaginábamos un programa nocturno con dos personas que dialogaban de todo y de nada, tal como son la mayoría de las conversaciones entre gente con referentes comunes y en donde abundan los temas que van desde trivialidades, recomendaciones de libros, conciertos, series, películas, hasta los comentarios del acontecer político cotidiano y los asuntos de actualidad.

Una conversación sin agenda fluye de manera natural, sin imposturas. Así, “La hora de la bata” -nombre con el que llamamos al programa que nunca saldrá al aire-, era una llamada nocturna para ponerse al día.

Recordé la anécdota porque considero que en el mundo actual hacen falta ese tipo de espacios, pero con diálogos públicos. Espacios para el análisis y la reflexión serena sin la somnífera solemnidad a las que se les asocian.

Carecemos de mecanismos para comunicar e informar de los asuntos públicos de manera ágil, con información confiable expuesta de manera sencilla, que disipe dudas o, en su caso, despierte la curiosidad por conocer más sobre los asuntos de que se trate.

Y vaya paradoja. Frente al silencio de la autoridad, los ciudadanos nos estamos quedando sordos por el exceso de ruido mediático-digital. Basta ver las redes sociales, que están invadidas de personajes -mal llamados influencers-, que incrementan los decibeles del caos informativo.

Y eso se repite cuando veo o escucho en los programas de radio y televisión cuando se pide opinión al ciudadano común, y oigo cómo éste expresa su sentir o su creencia, la mayoría de las veces carentes de sustento, lo mismo que con muchos de los personajes públicos que tienen a la mano un micrófono.

La mayoría se manifiesta sin filtro, sin datos concretos y reales, sin conocer del tema. Y no me refiero al lenguaje y la manera de expresarse porque esa es otra historia.

Llegamos a la era digital pensando que era la panacea para formar ciudadanos informados y ocurrió lo opuesto.

La gente no suele contrastar la información que recibe, mucho menos investigar sobre las fuentes de la noticia para saber si la información es veraz o falsa.

Vivimos invadidos de mensajes en Tik-Tok, Instagram, Twitter y demás medios digitales, en donde personajes variopintos publican sin ton ni son. Preocupa lo que publican porque sus mensajes desencadenan reacciones en los usuarios, que los reproducen sin cuestionarse si la opinión vale la pena o es un bulo.

Mucho menos se preguntan si esa información es dañina o mal intencionada. Es una manera fácil de propagar mentiras y desinformar a la audiencia. La otra cara de los medios digitales es su utilidad como una herramienta para informar de los asuntos públicos y dar transparencia al ejercicio gubernamental.

Esta herramienta se ha vuelto de uso común para muchos funcionarios que creen que con tomarse una foto y publicar un comentario anodino, escrito por el encargado del manejo de redes sociales, están cumpliendo con su función de gobierno.

Por otra parte, muchos ciudadanos encuentran en las redes sociales una manera de manifestar su malestar o sus preocupaciones. De forma tal, que las redes se convirtieron en el mejor medio para pedir ayuda en la búsqueda de personas desaparecidas, problemas de salud, recomendaciones para ir a algún lugar, entre otros asuntos privados que se publican de manera indiscriminada.

Y esos mensajes se generan casi siempre por la noche, porque es la hora en la que las personas encuentran un momento para revisar sus redes sociales. Es su “hora de la bata”.

Creo que es momento de buscar cómo conciliar lo que ofrecen los medios digitales para que las autoridades mejoren su manera de comunicarse con los ciudadanos.

Y usted, ¿cómo utiliza su hora de la bata?


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maria elena homs

por María Elena Homs

Licenciada en Economía por la Universidad de Guadalajara. Ha ocupado diversos cargos en la administración pública municipal, estatal y federal. Directora de Participación Ciudadana y Regidora en el Ayuntamiento de Guadalajara. Editora y articulista del boletín electrónico “Panorama Hemisférico” y coordinadora editorial de las publicaciones del IEDF.

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