“Al diablo las instituciones”, expresión atribuida al actual representante del Ejecutivo Federal, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tanto por los medios informativos electrónicos como por los noticiarios impresos, con la cual se indicaba que el sexenio que daba principio bajo la égida del nuevo inquilino de Palacio Nacional.
Esto indudablemente daría paso a la alternancia de un partido de sedicente izquierdismo y que iniciaría por lo mismo, un movimiento de transformación constitucional.
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Para justificar las diversas iniciativas que concluirían con reformas constitucionales, se ha convocado a la ciudadanía a hechos sólo observados en los tiempos del priismo más depurado bien fuera para defender sus descarríos demagógicos, como para denostar a cualquier opositor a sus delirios de poder, marchas, plantones, concentraciones, acarreos, y mil figuras más de mostrar el músculo.
Es decir, de amenazar y llevar a cabo acciones vindicativas contra el iluso que quisiera hacer uso de sus derechos.
Es observable a simple vista que la oposición integrada por partidos políticos ajenos a la cuarta transformación, no alcanzó a dimensionar que la fuerza de los “transformadores” se fundamenta esencialmente en el resentimiento y la inquina que por décadas imprimieron a la vida institucional del país los próceres del pan y del priismo.
Y que con marchas y contramarchas o sin ellas los opositores al partido de la “transformación” en las urnas sólo cosecharían lo que les produzcan “Las viñas de la ira” como titulara alguna de sus obras John Steinbeck.
Ante el fracaso en los pasados comicios, los partidos de oposición declaran que cambiarán sus estrategias, que irán al pueblo, que oirán sus reclamos, que harán lo que en Coahuila.
Demasiado tarde para limpiar el escenario tantas veces enlodado con la prepotencia de miles y miles de “iluminados”, de ungidos, que hoy siguen paseando sus nombres por las calles y plazas de este magnánimo país.
Las viñas de la ira
En el “lagar” donde se pisan las uvas para hacer los nuevos vinos, jóvenes, hombres y mujeres asidos a la esperanza de ver cristalizados los sueños largamente prometidos, ciertamente producirán un nuevo
mosto.
Pero como dicen las escrituras, “el vino nuevo tiene que guardarse en odres nuevos” y ese vino nuevo será depositado en los mismos odres viejos
Ahí donde se fermentaron por más de medio siglo los más grandes tiranos, los más peligrosos demagogos y falsarios.
Ahí se depositarán los nuevos vinos, en esos odres carcomidos por el uso, cocidos con los mismos vicios, con las mismas mañas. Ya no hay tiempo, la oposición sigue en su mismo castillo de oropel, son los mismos autarcas, los mismos opresores del 78, del halconazo del 10 de junio, nada nuevo habrá entonces para ese nuevo vino.