Las campañas (que no son campañas), los candidatos (que no son candidatos) y los espectadores
(que no son electores), se han convertido en todo un espectáculo colocado en las redes sociales,
en los medios convencionales, observadas y comentadas a toda hora, todos los días y desde todas
las tribunas.
En todo momento está presente la banalización de los sentimientos, ser visible es lo
que importa, conforme pasan los días se va construyendo la competencia y la complacencia de un
escenario público de la vida privada.
Los candidatos nos dan sus números telefónicos, saludan de compas, abrazan niños, se instalan
como cocineros, se disfrazan de bomberos, indígenas, vendedores de gelatina y más, buscando
representar la buena ondita, el baño de pueblo en la selfi y una sonrisa eterna que pretende evitar
a toda costa la toxicidad del discurso crítico, oscuro y negativo.
Los electores (espectadores) somos también parte los culebrones patéticos, no es cómoda la
exhibición del deterioro y la decadencia.
Los proyectos son aburridos y tediosos, en claro sentido la inmediatez y profundidad del big data o la ridiculización en las redes nos empuja a una realidad psicométrica al servicio del consumo y de las noticias falsas que socavan con desinformación cualquier tipo de certeza.
En esta fiesta todo debe ser transparente, excepto el poder Judicial (Que no es el poder judicial) el
TRIFE (que no es el TRIFE) el INE (que no es el INE) el INAI (que no es el INAI), los medios de
comunicación (que no son medios de comunicación), el gasto de campaña (que no es gasto de
campaña) los ecologistas (que no son ecologistas) la sociedad civil (que no es sociedad civil) y las
empresas financiadoras (que son anónimas).
Aunque el presidente lo diga a los cuatro vientos: “es tiempo de definiciones” la transparencia no alcanza para tanto.
La alegría cosmética es determinante, sonrío y seguiré al rebaño, hay que mantenernos positivos,
la negatividad no es parte del éxito, la chambita se construye aquí y ahora, alegría y buena vibra es
la consigna en la fiesta del evangelio de la prosperidad.
Todo parece indicar que, de las ideologías de izquierda y derecha, solo quedan los estatutos y en
algunas ocasiones el discurso.
Los chapulines (que no son chapulines) brincan de un partido a otro y aunque estos no lo dicen, saben perfectamente que los partidos son solo una marca, al estilo de cualquier producto de mercado, eso sí, hay que tratar de elegir la más rentable.
Neoliberalismo
El neoliberalismo es cuestionado desde el corazón mismo del neoliberalismo y aunque no todo
está perdido, en medio de lo que queda del arte de la conversación, se rescatan al menos dos
galimatías o trazos de proyecto de nación: una globalista y la otra desde la historia nacional,
ambas desde el epicentro de la agenda 20-30.
De la agenda 20-30, todos o la mayoría de los objetivos son prioridades para el mundo,
naturalmente para el país: la erradicación de la pobreza, combate a la desigualdad, el cambio
climático, la igualdad de género, derechos humanos, entre otros.
La agenda 20-30 es el eje de la narrativa con sus particularidades en México, de manera especulativa el discurso de los candidatos(as) salvo honrosas excepciones, se menciona.
- ¿Será que la economía capitalista (que no es economía) desde la privatización (que no es privatización) y el dominio de una elite que ha sido aplicada por más de 40 años no vende?
- ¿Será que es muy complicado explicitar sobre una mayor distribución de la riqueza desde lo público, apelando a la historia nacional y la revolución de las conciencias?
Me temo que los viejos y nuevos predicadores, influencer y coach no están haciendo bien su
chamba, tal vez pongan toda la carne al asador cuando los candidatos (que no son candidatos) ya
lo sean, mientras tanto bien valdría la pena, tomar un profundo curso de superación.