Los ojos del anciano se llenaron de pronto de espesas lágrimas, en el centro de la pista aparecían bailarinas contorsionándose al ritmo de una orquesta, que tocaba música de circo, veía a sus pequeños nietos entristecidos porque el mago ya no pudo sacar un conejo de su sombrero, se le había escapado, y el público asombrado creía primero que aquello era parte del espectáculo, que era parte de la magia, pero pronto se dio cuenta que era verdad, que el mago había perdido su conejo.
No muy lejos de la realidad esta imagen semeja lo sucedido al pueblo mexicano, observa primero con admiración como el mago de Palacio Nacional, sacaba racimos de billetes de su bombín, para entregárselos a los millones de ancianos que presenciaban la función, 14 millones de personas, también le daba billetes sacados de su gorra a los estudiantes, 15 millones de jóvenes “ninis” según el INEGI, a las madres solteras, un millón de mujeres y a los discapacitados que por millones se cuentan en el país, toda esta erogación, según los analistas económicos alcanzan cifras que ningún presupuesto podrá cubrir, si no sea con una política hipotecaria de todos los bienes e ingresos de la nación.
El anciano recordó en aquellos momentos todo el camino recorrido por los mexicanos para presenciar esa fiesta del despilfarro, poco a poco el mago recién instalado en la silla del poder en medio de aplausos y ovaciones, comenzó a dar muestras de su destreza en los menesteres de la nigromancia y el encantamiento, quitó la gasolina del mercado durante un mes, clausuró el Aeropuerto de Texcoco, quitó las guarderías, y los centros de atención a mujeres violentadas, suprimió la entrega de apoyos a los niños con cáncer, quitó el seguro popular, suprimió los permisos a industrias que se montaban en los estados del norte, según los medios peleó con las principales farmacéuticas, la inseguridad galopa impune por casi todos los rincones del territorio cobrando la vida de miles de mexicanos que desaparecen y después se encuentran en bolsas de plástico, deja a los niños sin vacunas contra el sarampión y la polio, desatendió las voces de los ciudadanos que en marchas y mítines clamaban por la paz, y por la democracia, después deja hacer y deja pasar las consecuencias de los turbiones del ciclón que devastó Acapulco, miles de mexicanos sufren aún las miserias y la desesperanza que les heredó el huracán.
Pero, en las gradas del circo sólo había expectación, ningún reclamo, ninguna protesta, muchos asistentes a aquella representación comenzaron a salir del local, otros permanecieron ahí porque desde los altavoces se informaba que pronto aparecerían los trapecistas, y los elefantes, y los leones, y los pequeños en su inocencia aplaudían junto con sus mayores en espera de esa parte del programa.
Pero, todo había sido una falsa alarma, desde el fondo de las pistas sólo aparecía la silueta de un enorme muñeco de papel que simulaba un dinosaurio, traía las imágenes de dolor de viejos tiempos, una guardería en el norte del país donde un grupo de niños ardían desconsoladamente abandonados por todos los encargados de darles protección, igual aparecían miles de soldados y civiles en un holocausto de muerte que no se olvida porque habían caído en la “guerra contra el narco” entablada por el gobierno en turno.
Apenas se vislumbraba la figura de un escudo nacional con siglas en sus colores que durante décadas funcionó como dictadura, con todo el acervo de sus trucos y mañas, de sus ajustes de cuentas con asesinatos y masacres incluidos, de sus imposiciones, de sus habilidades para engañar a millones de paisanos que seguían creyendo en las bondades de una Constitución, salida de las mismas cenizas de la guerra y, también se veía una especie de alegoría donde un hijo de la Revolución ondeaba la bandera de la reconstrucción, pero nada, nada nuevo aparecía en las pistas, los espectadores que permanecieron en sus butacas, siguieron no obstante en espera del conejo que había escapado de la chistera del mago.
El anciano salió de la carpa junto con sus pequeños, musitaba casi en silencio para no ser escuchado, frases aparecidas en el texto de Pito Pérez. Así para qué. . .Que le debo al sol por haberme calentado. . .