La vida está hecha de decisiones. Estamos permanentemente obligados a optar, a elegir. Lo hacemos desde que Dios amanece; la ropa que vestiremos, el desayuno que habremos de ingerir, si prendemos o no la tele para informamos de los acontecimientos.
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¿Cómo construimos una decisión?
Durante el día, tomamos incontables determinaciones, pero ¿cómo construimos una decisión?
- En primer lugar, revisamos nuestra experiencia en el tema.
- Luego, nos informamos.
- De ser conveniente, consultamos, acudimos al conocimiento de expertos y profesionales que saben y merecen nuestra confianza.
- Ponderamos.
- Hacemos un recuento de las alternativas que están a nuestro alcance: viabilidad, conveniencia, oportunidad, costo, pertinencia, incluso, gusto y preferencias personales.
- Una vez desveladas las dudas, decidimos y procedemos a la ejecución.
Por ejemplo, sabemos que hoy habrá temperaturas muy elevadas, por lo que debo vestir ropa adecuada para el clima, preferiblemente clara, ligera, de algodón. Para evitar un golpe de calor, procuraré rehidratarme.
Si adoptamos esa metodología -muchas veces mecánica- para resolver las pequeñas cosas de la vida, nuestros procesos mentales para los temas verdaderamente importantes seguramente serán más sofisticados. Requerirán mayor tiempo de reflexión.
La elección que culminará dentro de algunos días no es una más, marcará el derrotero de las instituciones nacionales y, quiérase o no, condicionará nuestras vidas por las próximas décadas y nosotros -los ciudadanos- seremos corresponsables del futuro que nos aguarda.
Si el océano se compone de gotas, la democracia se compone de votos. Cordura, sensatez y buen juicio son fundamentales frente al riesgo de un proceso democrático que puede violentarse. Que el ruido y la disonancia no nos distraigan de nuestro objetivo: vivir en paz y progresar en un ambiente de armonía y justicia.
Dentro de una semana, los titulares de los medios de comunicación nacionales, y no pocos internacionales, darán cuenta del resultado que arrojen las urnas.
En las redes sociales circularán, con profusión, todo tipo de comentarios. Será la comidilla del día 3 de junio y tal vez de muchos días más.
En México, el humo blanco se elevará desde la chimenea del INE: “habemus Presidenta” anunciará.
El Congreso de la Unión tendrá una nueva composición. Algunos Estados de la República, Jalisco entre ellos, renovarán al titular del Poder Ejecutivo y sus congresos locales. Miles de municipios a lo largo y ancho del país elegirán nuevos cabildos.
México y el mundo atraviesan problemas marcados por la descalificación y el pensamiento único. Los gobernantes de izquierda y de derecha se asumen propietarios de la verdad, excluyendo a sectores muy importantes de la sociedad. No caigamos en la intolerancia y discriminación.
En este escenario, nuestro voto cobra mayor relevancia. El voto no es una mercancía que se vende o permuta por unos pesos: acredita nuestra calidad de ciudadanos. Los platos de lentejas sacian el hambre por unas horas, pero esclavizan.
La violencia cotidiana nos ha hecho aceptar como normales situaciones que no lo son, arriesgando valores como la tolerancia, la seguridad, la justicia y la paz. Por una patria libre, justa y solidaria votemos en conciencia.
¡Viva México!
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