La Universidad de Guadalajara (UdeG) por primera vez en muchos años está inmersa en la sucesión de la rectoría, sin que nadie en especial decida o imponga el nuevo funcionario.
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Todo ello en el grupo que alguna vez dirigió y manipuló el último líder real, ahora fallecido Raúl Padilla.
Por razones propias del manejo autoritario de dicha corriente, no se generaron figuras destacadas y con perfil de liderazgo sólido, lo que necesariamente ahora dificulta una definición con características de legitimidad académica y ni que decir de honorabilidad y solidez social.
Si bien en las anteriores etapas de la Universidad aparecieron personajes desdibujados y en varios casos marcadamente grises por su valor intelectual y por su comportamiento personal, ahora con el desgaste que les dejan los años es difícil encontrar alguien que se convierta en líder de ese importante centro de educación superior, con una carga histórica de personajes distinguidos y sólidos.
Sin embargo y a pesar de todo, el tema del liderazgo no sería tan importante como la definición de la academia de la propia universidad.
Esto es de un nuevo rumbo social y de sentido de servicio para el desarrollo social, educativo y aun económico del estado de Jalisco.
Sería dejar atrás el concepto populista y de utilidad política que se utilizó para convertir a la Universidad en instrumento de un partido político, el PRD, objetivo que solo se logró a medias, al convertirse en grupo bisagra en el Congreso con sus diputados locales.
Así los conocidos como Centros Universitarios que solo han sido centros de promoción electoral, utilizando la nómina de la Universidad, en lugar de detonar económicamente y socialmente las regiones, en que se desarrollara la educación superior como un elemento detonador de su crecimiento.
O bien, el enfrentarse por fin el tema de la utilidad de las carreras profesionales, así como la exigencia de excelencia académica, dejando atrás intereses facciosos y de grupo para hacer un verdadero esfuerzo por detonar el desarrollo y el crecimiento sostenido de Jalisco, en beneficio de sus habitantes.
Todo ello enfocarse en el bien de las personas dejando de lado los intereses egoístas de los líderes coyunturales y la búsqueda de anclar a las personas en formas de vida en que logren la armonía personal y su realización plena en un entorno de armonía social.
Podría convertirse además la UdeG en el eje y pivote del desarrollo educativo y cultural de Jalisco, como la visualizaron sus creadores en la década de los veinte.
Una universidad detonadora de círculos virtuosos que se convierta en el motor de desarrollo de la educación básica, media y técnica al tiempo que detona el desarrollo de las regiones del Estado. Sería así el ejemplo nacional a través del que el país lograra entrar en una nueva etapa de crecimiento y bienestar.
Si regresamos a lo que alguna vez fue propuesta del propio Padilla de hacer de la UdeG un reflejo de la Universidad de California, que fue dirigida en los últimos tiempos por quien fuera la Secretaria de Estado de Bill Clinton, Madeleine Albright, que sin protagonismo la mantuvo como la mejor Universidad pública del mundo, sería para quien o quienes dirijan a la Universidad, un verdadero reto que se ve muy lejos de convertirse en realidad.