En los primeros días de diciembre iniciará la nueva administración del gobierno de Jalisco y con ella habremos de experimentar una visión diferente para abordar los problemas que nos agobian. Necesariamente tendrá que haber una forma distinta de enfrentarlos.
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Lo que es una incógnita para los habitantes del Estado es saber si será más efectiva la nueva práctica. Es evidente que los nuevos funcionarios enfrentarán fuertes problemas con un gasto limitado y lo que es peor, con una administración fuertemente endeudada por las anteriores.
Sin tratar de justificar a los salientes, podemos decir que Lemus habrá de afrontar problemas acumulados por varias administraciones, que sobre todo han hecho del gasto público un bacanal, en que de manera enloquecida derrochan los precarios bienes que administran.
Además, la administración en turno tiene que soportar la carga de deuda, porque varios de los casos son en realidad los gastos de la campaña del entrante, que el saliente pagó para obtener protección del sucesor en su derroche absurdo. Convirtiendo aquello en un círculo vicioso de complicidades, que en lugar de buscar el gasto eficiente y aplicado con pulcritud a las necesidades que nos agobian, lo dedican a la propaganda electoral.
Vimos por ejemplo a Francisco Ramírez Acuña, gastar enormes cantidades de dinero en preparar una infraestructura para aprovechar las aguas del río Santiago como agua potable para la Zona Metropolitana. Afán que los sucesores consideraron absurdo por lo contaminado de las propias aguas.
Vimos a Emilio González hacer obras de costo exagerado para crear un Puerto Seco al paso de las vías del tren, para aprovechar el Puerto de Manzanillo y las vías de comunicación de Guadalajara hacía distintas partes del país, en un evidente derroche y posterior desperdicio de recursos.
También lo vimos empeñado en hacer de la costa de Jalisco un desarrollo turístico que rivalizara con los más importantes del país, proyecto fatalmente fracasado. Como fracasó, se podría decir, deliberadamente en acabar con la delincuencia en el Estado, dejando de paso un lamentable autogobierno de los reclusorios, una Procuración de Justicia corrompida y desmantelada un Poder Judicial de cortesanos
e incondicionales y la seguridad pública lamentable.
A Aristóteles lo observamos derrochar enormes cantidades de dinero en proyectos fracasados y en un gasto exagerado en busca de obtener participación de la adquisición de bienes y servicios, como es difícil imaginar, lo hayan hecho otros gobiernos.
Enrique Alfaro recibió un Estado endeudado y con una infraestructura destruida, endeudó a la administración pública sin empacho ni recato alguno, sin rendir cuentas ni en las formas de la adquisición, con una aplicación del gasto discrecional, lo que generó dudas, sospechas, críticas, que solo lograron aumentar su mal humor y su resistencia a la rendición de cuentas.
Se va Alfaro dejando la Seguridad Pública y la Procuración de Justicia destrozadas, con las bandas delincuenciales fortalecidas y un número de desaparecidos espeluznante. Ese es el escenario que recibe Lemus, enormes problemas, una administración fuertemente endeudada y una sociedad irritada, que exige soluciones inmediatas al nuevo gobierno.