Recuerdo que hace muchos años, en las calles de Guadalajara, el Sábado de Gloria, ante la algarabía de los niños, se arrojaban a los transeúntes baldes de agua teñida con anilina y se quemaban “Judas”. Eran figuras hechas de papel y carrizo que representaban a personajes de la vida pública, ordinariamente, los más impopulares.
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Uno de los principales valores del ser humano es la lealtad, la cual está soportada en la confianza, el honor y la congruencia. A lo largo de la historia ha habido personajes que simbolizan la traición: Judas Iscariote es el más conocido.
Sirvan los comentarios anteriores para compartir hechos que se han sucedido en la política mexicana y deben ser motivo de reflexión.
El último de ellos fue escenificado por el ministro Alberto G. Pérez Dayán, precedido por los “ilustres” senadores: Araceli Saucedo, José Sabino Herrera, Miguel Ángel Yunes, padre e hijo (de tal palo tal astilla), Cynthia López Castro y una larga lista de aquellos acomodaticios nominales (se acomodan en las nóminas del gobierno) que cambiaron de partido por conveniencia personal. Ya lo decía “El Tlacuache”, César Garizurieta: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Valga el chascarrillo.
En su propósito de transformar al sistema político mexicano en una dictadura constitucional, el gobierno anterior y el actual, decidieron intervenir la estructura del Poder Judicial de la Federación para, aunque no lo confiesen públicamente, subordinarlo al Poder Ejecutivo.
Como es de conocimiento cierto, el Poder Legislativo, violentando las normas electorales, cometió un fraude a la Constitución para “legitimar” una sobre-representación que no se ganó en las urnas. Así, aunque lo prohíbe nuestra Carta Magna, hoy los tres poderes de la unión obedecen a la misma voluntad.
Resulta muy preocupante la reproducción de conductas y formas de hacer política por quienes deben representar lo mejor de la sociedad.
En el PRI, un señor apellidado Moreno, haciendo uso de todas sus mañas, se apoderó de la institución y la convirtió en un instrumento a su servicio. ¿Dónde quedaron su ideología, compromiso social y autoridad moral?
En el PAN tampoco cantan mal las rancheras; se volvió un partido pragmático, capaz de celebrar alianzas en lo “obscurito” con quien sea, a cambio de insignificantes cuotas de poder. El PRD de plano desapareció y los otros partidos (¿cuáles?) están al servicio del gobierno.
“La ley, ¿qué es la ley?” dijo el filósofo macuspano. Estaremos de acuerdo en que, cuando la lucha por el poder carece de un fin ético, la política se vacía, pierde su razón de ser.
La vieja sentencia de que “el fin justifica los medios”, atribuida a Maquiavelo, solo excusa el incumplimiento de la ley. México tiene la suerte y la desgracia de ser vecino del país más poderoso del mundo.
Tal vez la preocupación de los gobernantes estadounidenses ayude a corregir las desviaciones que, hoy por hoy, con los votos de los tránsfugas, afectan los contrapesos indispensables para garantizar el equilibro de los poderes y nuestro futuro democrático.