• martes, enero 21, 2025 11:40 pm

Proyecto Metropolitano ZMG

Por el bien ciudadano

Testimonio de vida. Parte1

testimonio de vida. Parte 1
Comparte si te ha gustado

Como parte de la labor de una historiadora, sin lugar a duda, se encuentra la preservación y recolección de los testimonios de vida de quienes han vivido otras épocas. Por ello su servidora, Anali Pérez Gallo el 5 de octubre de 2019, platiqué con Rosa Rubio de 94 años, la persona más longeva del pueblo de Atemajac del Valle, cuyo testimonio nos muestra el panorama de un pueblo ahora convertido en ciudad.

Te recomendamos:

rio santiago convenios para enmarcarse Rescate de cuenca Lerma-Chapala
 
-Me hubieran avisado, o algo, para agarrar mi memoria, dice Rosa Rubio

– ¡No! No se preocupe, vamos a platicar. Es una plática a ver que se puede acordar, lo que se acuerde bueno, sino, no importa.  Lo que pasa es que estoy estudiando historia, terminé una carrera y me puse a estudiar otra y voy, ha, quiero investigar sobre Atemajac, que me parece un tema interesante del que ya he leído y hay mucha mucha información, entonces usted me parece una fuente indispensable que quiero tratar en mi trabajo. Pero lo que quiero es que usted me platique lo que se acuerde de Atemajac, solo que usted me platique, bueno vamos a empezar. ¿Dónde nació usted?, le pregunto

– Aquí en Atemajac

– Y ¿Se acuerda dónde? ¿Por qué calle o casa?

– ¿Pues dónde? Pues en la misma casa que crecí (Apunta hacia la casa) el 4 de septiembre de 1925, ando en 94 años.

– Y, ¿Usted con quien vivía cuando era chica?

-Pues, vivía con mi papá, mi mamá, hermanos, tíos, lo que sea de la familia, tuve cuatro hermanos y todos nacieron aquí.

-Y ¿sus papás también nacieron aquí?

– No, mi papá era de Cuquio, de por allá, y mi mamá de El Salto, Jalisco, y se vinieron a vivir acá. Aquí se conocieron se casaron y llevaron una vida de matrimonio.

-Y ¿cómo se llamaban sus papás?

– Mi mamá era Victoria Casas Naranjo y mi Papá Juan Rubio Valdivia.

-¿Entonces usted su niñez la vivió aquí, en Atemajac?

– ¿Quién?

-Usted

– No pues sí, viví aquí en Atemajac.

– Y ¿A qué se dedicaba su familia?

– Teníamos una tienda muy grande, pues que era, pues sí, no era como las de ahora, antes vendían pastura, salvado, maíz molido, garbanzo, todo eso que vendían. Nosotros le ayudábamos mucho a mi papá a trabajar allí, hey, la casa era muy grande, este, había muchos árboles y teníamos que moler el maíz, este, el frijol y todo eso, era muy distinto. Había muchísima gente porque no más había dos tiendas en Atemajac y una era de nosotros, pues agarrábamos todo lo que se fiaba y los sábados nos pagaban y volvían a surtir el domingo toda su dispensa.

– Y ¿La tienda estaba dónde ahorita está la funeraria?

– No, si, bueno, más para acá, donde está Francisca mi hermana, después la cambiaron, ya no era un tiendon grande, ya era bajita, ya. Entonces vendíamos allí en la tienda desde cantaros, lozas, todo eso verdad, perfumes, pastura, aceites para las piernas, para todo y los de la barranca venían y le surtían a mi papá, le dejaban la leña y ahí mismo se surtían de todo y se iban de vuelta.

– ¿De cuál Barranca? ¿De la de Huentitán?

barranca huentitan puente de arcediano
Barranca de Huentitán, Puente de Arcediano

-Si, de la barranca de Huentitán, venían desde Arcediano, también de dee (silencio) bueno, también de San Esteban, de todo eso venían, pero también de Cuquio y todos esos lugares, verdad, se surtían todo.

-Entonces Atemajac era un pueblo…

– ¡Chico!

– ¿Chico?

– Sí, Atemajac era un pueblo muy chico, aquí el jardín tenía una barda grande y los burros entraban a comer zacate, (se ríe) no había quiosco ni nada, solo era un corral, un corral, un corral. (sigue riéndose)

– Y ¿Ya estaba el templo? Pregunto entre risas.

– Ya, ya estaba el templo y la delegación. Mi papá fue también, este, delegado municipal de aquí, a sus tiempos, decían que era bueno, pero sabe cómo haiga sido (se ríe). 

– Y ¿Cuándo usted era niña, que jugaba o que hacían?

– Pues en la escuela, porque mi papá no nos dejaba salir a jugar, pura friega de trabajo en la casa, pero en la escuela si jugábamos de todo, encantados y eso.

-Y ¿Dónde estaba la escuela?

– Estaba en… la escuela estaba alrededor del templo y yo hice hasta quinto de primaria y el sexto lo hice en la escuela que estaba en la fábrica de Atemajac.

– Y ¿Había más escuelas o solo esa del templo?

-Mande

– Y ¿Había más escuelas o solo esa del templo?

– Solo estaba esa escuela, hasta después se hizo la escuela de Hilario T. Rocha, pero donde está la guardería ahí estaba, pero también solo tenían hasta el cuarto de primaria, creo. La misma maestra nos hizo el cuarto y quinto, yo termine toda la primaria no más.

– Cuándo terminó la primaria, ¿se dedicó a trabajar?

– Pues no, a la tienda, ya nos la dedicábamos, los hombres regaban los árboles ya en la tarde que salíamos de la escuela, porque la escuela era en la mañana y en la tarde. Unos se dedicaban a regar, otros a moler todo lo que se debía moler, nosotras de mujeres también y en la mañana nos veníamos al templo y cuando se hacían las 11, la hora del recreo, mi hermana y yo nos íbamos al molino y después a aventajarle a la comida. Se terminaba la hora y nos regresábamos a la escuela.

– Y…

– (Recordando comienza a reírse) Le decían las Castro, una hermana de Pancho, esposo de mi prima. ¡Oye pancho, te pusiste los calzones de Pancha! – ¡No! Estos son los míos. Pero se los quitaba y prefería andar encuerado (se carcajea).

– (riéndome pregunto) ¿Se acuerda cuando hicieron el quiosco? ¿Cuándo arreglaron el jardín?

– ¡Ah,sí! Nosotros plantamos los primeros árboles de aquí del jardín. El día del árbol nos venimos de la escuela y los plantamos, y ya, con eso dio otro cambio, ya no metían tanto burro, no ya. Después hicieron el quiosco, comenzaron a arreglar un poco, llegaba un delegado ponía una cosa o otra hasta que lo arreglaron bien, cuando empezaron a arreglar el jardín y su quiosco yo andaría como en tercer año por ay, como 8 o 9 años. Ya no ha de quedar ningún árbol de esos que plantamos, eso ya fue hace como 80 años o más.

– Yo me acuerdo de un árbol muy grande que estaba aquí, pero le cayó un rayo y lo quitaron.

-Ah, hey.
 
Segunda parte de la entrevista la próxima semana…


Comparte si te ha gustado
Anali Pérez Gallo

por Anali Perez Gallo

Licenciada en Historia y en Derecho por la Universidad de Guadalajara. Cuenta con un diplomado en "Historia del Arte Sacro" por la Universidad Pontificia de México

3 comentarios en "Testimonio de vida. Parte1"

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *