El último capítulo de la serie de los aranceles, que el gobierno norteamericano aplica a los países en su búsqueda de equilibrar los egresos del consumo ante sus ingresos del comercio, generó un nuevo plazo de tres meses, para definir cuál será el supuesto porcentaje final.
Te recomendamos:
El argumento o cuando menos la información generada en torno al tema es que se está procesando un acuerdo de seguridad entre ambos países, lo que ha generado expectación en la sociedad.
Sin embargo, olvidamos lo cambiante de los criterios de los gobiernos vecinos de ambos partidos, dependiendo de sus agendas, más inmediatas que de largo plazo. Dichas decisiones las dirigen básicamente dos factores, el electoral y el de los grupos de grandes intereses.
Todos los gobiernos cuando llegan condenan de manera estruendosa a Nicolás Maduro de Venezuela, con declaraciones ante la población y en especial a los electores norteamericanos, se rasgan las vestiduras contra el gobierno que pisotea la democracia en el sur del continente, sin embargo, cuando Maduro llega a acuerdos con las grandes empresas petroleras, el ímpetu democrático y justiciero norteamericano se suaviza.
Algo similar sucede con México, en su relación con las drogas y la delincuencia organizada, los norteamericanos hacen declaraciones espectaculares y sin embargo al paso del tiempo se atenúa la belicosidad. Es cierto que aparentemente hay un duelo verbal entre los gobiernos de los dos países, sin embargo, queda el sabor que el gobierno mexicano juega a los tiempos del cansancio norteamericano.
Si bien los avances en el caso del grupo de Sinaloa se los debemos al ala del partido democrático, los republicanos han insistido, incluso en trascendidos de medios, en la complicidad de funcionarios de alto nivel, en especial de las corporaciones que presumiblemente los persiguen.
La sociedad escucha esperanzada que por fin la presión norteamericana logre cambiar la actitud del gobierno mexicano con la delincuencia y sin embargo pasan los periodos y el mundo continúa igual.
El gobierno mexicano por su parte argumenta con la sobada soberanía como escudo de defensa y espera que otros fenómenos en el mundo distraigan a los norteamericanos, en tanto el tiempo se agota para el gobierno vecino y con él la amenaza.
La ciudadanía espera un tanto desconfiada, que la presión norteamericana obligue a los mexicanos a actuar y ponga fin a la barbarie. Los argumentos del gobierno federal buscan entretener las decisiones norteamericanas, en tanto actúan con distractores que desvían la atención de los verdaderos protagonistas de los intereses de la delincuencia.
Lo peor que nos puede pasar es que continuemos creyendo que la presión norteamericana modificará el accionar del gobierno local y queda la duda de que el gobierno de México esté esperando que pase la presión, para regresar a la posición cómoda del disimulo ante policías, militares y funcionarios que con su complicidad continuaran protegiendo la delincuencia, en tanto la población seguirá indefensa ante la
impunidad de la justicia, la barbarie de la violencia y el abuso delincuencial, continuará expuesta a la simulación de un gobierno.
[…] La suspensión de los aranceles […]