Hacia el final de la guerra civil de 1810, Santa María de los Lagos, parte de la Nueva Galicia desde su fundación autorizada por la Audiencia de Guadalajara en 1563 – instituida para salvaguardar seres y cosas ocupantes del camino a las ricas minas zacatecanas, en los azarosos días de la intitulada “guerra chichimeca”- y luego, comprendida dentro de la Intendencia de Guadalajara creada en diciembre de 1786 por el borbónico rey español Carlos III para ser desaparecida con la proclamación de Jalisco como Estado Libre y Soberano en 1823, fue un poblado místico a la par de laborioso.
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Las políticas del campos y sus disfunciones
El Lagos neogallego, de ese lejano tiempo, experimentaba el proceso de pasar de una villa tradicional con amplio predominio de corporaciones católicas en los espacios públicos y de hacendados o comerciantes en el ramo civil, a una municipalidad integrante de un proyecto de estado -el surgente Xalisco- liberal que culminaría con ser cuna y pilar del federalismo mexicano.
Su ayuntamiento secundó lo acordado a principios de mayo de 1823 por la Diputación Provincial de Guadalajara, para respaldar la creación del Estado Libre de Xalisco: del 24 de mayo en San Juan de los Lagos, hasta Jalostotitlán y la Unión de Adobes -San Antonio- culminando en Lagos el 26 de junio, así lo subrayaron documentalmente. Nuestro entrañable Jalisco surgió granítico el 16 de ese mes y año.
La grandeza laguense, enlazada a la extensa Nueva Galicia y luego lanza punta de los jaliscienses, se forjó enseguida de su fundación, con peldaños que abrazan el siglo XVII, con una creciente actividad agrícola y ganadera en las comarcas alrededor de la población, dinamizadas por la actividad de los centros mineros de Zacatecas, Comanja, Guanajuato y San Luis Potosí.
De esa manera se consolida la Villa de Lagos, acreditando que desde el año de 1615 fuese elevada a la categoría de Alcaldía Mayor, la cual abarcó las poblaciones de Jalostotitlán y Teocaltiche. El desarrollo prosiguió y con excelentes construcciones como el edificio parroquial y luego la fundación del Convento de Nuestra Señora de la Merced y el Colegio de San Lorenzo, la flamante Alcaldía Mayor cerró esta centuria.
Para el siglo XVIII, el llamado Siglo de las Luces iluminó a Lagos y se registró el nacimiento del Convento de Capuchinas Pobres del Señor San José, iniciándose la construcción del Templo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, el Templo de Nuestra Señora del Rosario, la Casa Consistorial, etc., además de poseer numerosos mesones, indispensables para alojar a comerciantes y pasajeros del centro, poniente, este y norte de la Nueva España.
Muchas de esas fincas, son actuales atractivos arquitectónicos de la ciudad, como el Mesón de la Merced, de Jesús María y de la Soledad; en consecuencia, la urbe ostenta ahora una red hotelera más que aceptable. Como ya dijimos, en todo este tiempo, Lagos, partido de la vieja Nueva Galicia, permaneció como cabeza de la Alcaldía Mayor, cuya jurisdicción político-administrativa era patente en casi toda la región alteña.
Lagos en la independencia
En la alborada del siglo XIX muchos criollos de la ya antigua Villa de Santa María de los Lagos, se manifestaron a favor de la “independencia”. De esta época data la vida y obra del inmenso laguense Lic. Francisco Primo de Verdad y Ramos, síndico de la Ciudad de México y firme sostenedor del principio de la soberanía popular, por lo cual se le apresó y tuvo misteriosa muerte en 1808, dentro de las mazmorras de la Inquisición. Este personaje es una indudable gloria de Jalisco, a tal grado que otras entidades disputan su pertenencia.
La cruenta guerra de independencia, iniciada en 1810 con el Grito de Dolores que pronunciara el padre de la Patria D. Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga, -quien varias veces visitó Lagos y sus cercanías, sosteniendo relaciones con prominentes vecinos- coronó cuando se proclamó la independencia, primero en lo que era ya Intendencia de Guadalajara (aunque comúnmente seguía diciéndose Nueva Galicia a su territorio, incluidos Zacatecas, Aguascalientes, Colima y Nayarit), el 13 de junio de 1821, en la población de San Pedro Tlaquepaque, por el ejército de reserva -cuyo asiento principal fue Lagos- de la provincia comandado por Pedro Celestino Negrete, bajo el lema de “Independencia o Muerte”.
Meses después se llevó a cabo la emancipación de índole nacional, al entrar a la ciudad de México el ejercito Trigarante liderado por Agustín de Iturbide, el 27 de septiembre de aquel año. En esa gesta insurgente, Pedro Moreno, su joven descendiente Luis, su esposa doña Rita Pérez Jiménez, su hermano Juan de Dios; Don Pedro Aranda -primer gobernador de Coahuila- y muchos otros personajes, como Juan Pablo Anaya, el cura Juan Manuel Castro y Cirilo Gómez Anaya, tuvieron papeles estelares, aunque desde distintos bandos, como fue el caso de Gómez Anaya -laguense diputado por la ciudad de México-, quien en 1823 alentó fallidamente en el Congreso nacional constituyente la creación de un Estado desprendido de Jalisco.
Al enterarse de lo anterior, y sobre todo por la difusión que ciertos grupos procentralistas le dieron a la idea, el ayuntamiento de Lagos, presidido por el señor Quirino Sanromán y Gómez, desmintió tal propuesta y subrayó su apego a Jalisco.
De igual forma, el hermano del anterior, el impresor Urbano Sanromán, a la sazón diputado constituyente local, en el periódico que editaba (El Iris de Jalisco) en Guadalajara, respaldó la unión de sus conciudadanos y repudió esa proposición. Unos sonetos publicados en ese impreso el 29 de diciembre de 1823, en lo conducente dicen: “Brindemos, jaliscienses, / Hijos de la victoria, /Viva la Patria libre,/…Cantando alegres odas, /…Ya la Federación, / El Congreso sanciona,/Brindemos a Jalisco,/Que de ella es protectora.”
Retrocediendo un poco, con la vigencia de la Constitución hispánica de Cádiz (1812), Santa María de los Lagos ya había electo ayuntamiento constitucional, iniciándose en la ruta de la democracia. De acuerdo con ese nuevo ordenamiento a Lagos se le segregaron Teocaltiche, San Juan de los Lagos, Jalostotitlán y Encarnación, quedando integrado con las competencias de San Antonio de los Adobes (hoy Unión de San Antonio), Comanja, Moya, San Juan Buenavista, la extensísima hacienda de Ciénega de Mata y otros ranchos próximos a la cabecera.
Lagos, tiene apellido: De Moreno
El flamante estado libre de Jalisco, con su Constitución política de 18 de noviembre de 1824, dispuso que Santa María de los Lagos se transformara en la ciudad de Lagos; poco después la rebautizó con el apellido de su héroe insurgente por excelencia, Don Pedro Moreno, el año de 1829, quedando convertida para siempre en Lagos de Moreno, cuyo emporio edificado fue declarado Zona de Monumentos Históricos en 1989 y desde 2010, por acuerdo de la UNESCO se inscribió en la Lista de Patrimonio Mundial como parte integrante del itinerario cultural Camino Real de Tierra Adentro.
También a partir de 2012 se le reconoció como Pueblo Mágico y ahora los Cronistas de Jalisco, con motivo del XXXI Congreso anual celebrado en esta bellísima ciudad, la denominan Atenas Jalisciense. De allí que este articulo sea encabezado con la leyenda de Lagos, heraldo de Jalisco.
Nada difícil es acreditar los anteriores títulos. Esta gallarda ciudad, recinto de hermosas construcciones y tierra de sobresalientes personas, ha sido teatro de numerosos hechos de trascendente repercusión tanto para Jalisco como para la República.
Anotamos como ejemplo, el 10 de Agosto de 1823, cuando se concertaron los “Convenios de Lagos” entre D. Nicolás Bravo y D. Pedro Celestino Negrete, por el Gobierno del Centro, y la otrora Provincia de Guadalajara ahora convertida en Estado y evidente cuna del federalismo; el documento reconoció oficialmente al Estado Libre y Soberano de Jalisco.
El año de 1831 el Gobernador José Ignacio Cañedo, valorando en peligro su administración, trasladó a Lagos los Poderes constitucionales del Estado, en el mes de diciembre y con ello convirtió la tierra de Pedro Moreno, Agustín Rivera y Mariano Azuela, en Capital jalisciense.
Luego de la injusta guerra contra Estados Unidos, el Gral. Mariano Paredes y Arrillaga en ésta alteña ciudad lanza su proclama desconociendo al presidente D. Manuel de la Peña y Peña, por considerarlo traidor a la Patria al haber aceptado la pérdida de más de la mitad del territorio nacional.
Otro convenio célebre, fue el que se firmó el 16 de Septiembre de 1855: en este nuevo Convenio de Lagos, se admitió el Plan de Ayutla, con lo cual México dio gran paso en su Reforma, movimiento del que eran los jefes el Gral. Juan Álvarez y Don Ignacio Comonfort su segundo, pero cuyo pionero fue Valentín Gómez Farías y su cumbre, el Benemérito Benito Juárez.
Antes de la Intervención francesa, en 1861, se remató la Hacienda de Santa Bárbara, inmueble dejado por el Br. D. Miguel Leandro Guerra para la educación Laguense: con los rendimientos de esa operación se auspició la apertura del exconvento de Capuchinas como Liceo del Padre Guerra en 1870: este centro educativo es fundamental para dar a Lagos un especial nivel de cultura.
Al mismo tiempo principia la construcción del admirable teatro de Lagos, bautizado con el nombre del ilustrado poeta y fabulista José Rosas Moreno, distinguido como el poeta de la niñez. Una lógica consecuencia de esa característica fue la fundación (1887) a iniciativa del fecundo historiador D. Agustín Ribera, quien con maestros y estudiantes del Liceo funda la “Honorable Junta Patriótica Pedro Moreno”, organismo que invariablemente honra a los eminentes hijos de la localidad. Desde 1903, gracias al empeño del literato Antonio Moreno y Oviedo, se realizan los “Juegos Florales” que dan brillo a Jalisco entero.
Hijos ilustres de Lagos
Lagos de Moreno, alhaja urbana de México es raíz y tronco de innumerables personajes que descollaron en muchos de los sucesos más transcendentales acaecidos en el país. Además de los que ya mencionamos en renglones anteriores, podemos citar Carlos González Peña, académico; al Mtro. Adalberto Navarro Sánchez, académico y escritor; al Lic. Salvador Azuela Rivera, enorme novelista; el literato Dr. Alfredo Márquez Campos. A los poetas Francisco González León, Francisco Guerrero Ramírez, Antonio Gómez Anda y José Becerra Villalobos. Gobernador de Durango, fue el Gral. Silvestre Aranda.
Otros valiosos laguenses, orgullo de Jalisco, son el músico concertista Daniel Ibarra Zambrano y el cantante Raúl Prado Gutiérrez, del afamado Trío Calaveras. Gran figura fue el inventor Hermión Larios. Distinguida fotógrafa fue Doña Dolores Álvarez Bravo y gran universitario Rector de la máxima casa de estudio de Jalisco, el médico Jesús Delgadillo Araujo. Recordado periodista fue José Pérez Moreno, así como Ricardo Covarrubias, impulsor cultural en su tierra y en Monterrey. Un singular cronista, por fortuna aún entre nosotros, lo es el maestro Ezequiel Hernández Lugo.
Finalmente, sin que sea exhaustivo el repertorio, recordamos al abogado y diputado liberal Espiridión Moreno y Anaya; al escritor Moisés Vega Kegel y muy especialmente a quien fue nuestro amigo, D. Alfonso de Alba Martín, cuyo libro sobre el Alcalde de Lagos, es recodo del regocijo. Fray Francisco García Diego y el sacerdote Pedro Barajas Moreno, cierran un breve enlistamiento de próceres de estos lares, también caracterizados por su economía emprendedora-industria, comercio, turismo agricultura y servicios- y sus valores -sociales, familiares y solidarios- integrales.
Por lo anterior, con justa razón, y para orgullo de todos los tapatíos sinónimo de jaliscienses, es decir, los habitantes del lejano Huejuquilla el Alto, pasando por Colotlán en el indómito norte del Estado; y a partir de Ojuelos, cruzando por todos Los Altos hasta avistar la Perla Tapatía; y continuando una visión etérea, luego de ver Tequila y enseguida avistar el paraíso del Pacífico, que es Puerto Vallarta; sin olvidar la venturosa Barra de Navidad y emprender hermosísimo regreso por Autlán y Zapotlán el Grande, junto a Sayula y el incomparable lago de Chapala con su rivera, para arribar por Ocotlán, Arandas y Atotonilco con sus aledaños, a la mística Lagos de Moreno, forjada por talento, belleza, valentía y laboriosidad, consideramos que lagos de Moreno, es para satisfacción de quienes habitamos esta Entidad federativa y anuencia de la nación entera, el magnífico Heraldo de Jalisco.
*Texto original de: Pedro Vargas Avalos