El gobierno de Claudia Sheinbaum ha mostrado una capacidad inesperada para atraer fantasmas del pasado o cuando menos nos estimula la imaginación, para recordar los problemas, abusos y omisiones de los gobiernos de Miguel de Lamadrid y sucesores, de distinto signo partidista o ideológico, si es que cabe el concepto.
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En el caso de las actuales manifestaciones de productores agrícolas y de transportistas, no podemos olvidarnos del Tratado de Libre Comercio de Salinas, como tampoco de las consecuencias del desmantelamiento del llamado Grupo de Guadalajara de Miguel de Lamadrid, con la consecuente perversión de la Procuraduría General de la República, en sus peores épocas.
Si bien con Salinas se le dio prioridad a las negociaciones tecnológicas, para atraer la inversión extranjera y detonar, cuando menos así se pensó, el desarrollo económico del país, hubo consecuencias que no se previeron para nulificar o atenuar sus efectos, tal fue el caso de la producción en el campo, que ahora afecta a millones de pequeños productores del país, ante un gobierno insensible que los deja de la mano y trata de mantenerlos oprimidos, en tanto resuelve lo que para él es prioritario, mantener la secuela del tratado comercial internacional, en un entorno de crisis económica y financiera.
El otro monstruo es el asalto en las carreteras del país. En principios de la década de los noventa y como consecuencia del desmantelamiento de la Banda de Guadalajara, vino como consecuencia de la detención de las cabezas, que la estructura no fue tocada y se dedicó al secuestro y al robo de carreteras, para mantener los altos ingresos a que estaban acostumbrados.
El Grupo fue descabezado por presiones del gobierno norteamericano, ante la evidente complicidad de las secretarías de la Defensa Nacional y de Gobernación de Miguel de la Madrid, amen del gobierno de Jalisco y la Procuraduría Estatal, que estaba en la nómina de Rafael Caro Quintero.
Ahora y para desconcierto de Sheinbaum y su equipo, ambos fenómenos aparecen en el horizonte, amenazando con desquiciar el gobierno y por consecuencia la vida del país. Al desconocer los antecedentes de las décadas de ochenta y noventa, los voceros oficiales tratan de culpar a supuestos grupos desquiciadores de la oposición.
Nada más lejano de la realidad, es claro que los grupos de asesores del gobierno no tienen el mínimo conocimiento de la historia reciente.
También cargan con la distorsión aparentemente ideológica, de una izquierda que está lejos de serlo, salvo que el populismo y la demagogia sean conceptos ideológicos, pseudoargumentos para justifica un afán dictatorial disfrazado ya no del proletariado de un socialismo desdibujado, si no de un grupo ambicioso y enfermo de poder.
Salinas no resolvió el problema del campo por varias razones, entre otras, porque los tiempos eran cortos para convertir una economía artesanal en industrializada. Además, se dedicó a crear nuevos grupos de delincuencia, en tanto desmantelaba los maldecidos por el gobierno norteamericano.
Lo que si hizo, fue generar un proyecto e seguridad en el que consideró el ataque sistemático a las bandas heredadas del Grupo de Guadalajara, frenar los abusos de las policías al dejar sin efecto la prueba madre de la confesión, lo que limitó la tortura en la investigación de los delitos y crear un sistema de reclusorios federal, donde fueron recluidos los delincuentes más peligrosos, los que cometían delitos federales.
La diferencia entre Sheinbaum y Salinas, es que ella no ha tenido tiempo ni quien la asesore, para crear proyectos que enfrenten esos viejos fantasmas, que ahora amenazan con desestabilizar su gobierno y como consecuencia al país.
