Areopagítica 2
Recientemente la UNESCO, celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, pilar y sostén de la Libertad de Expresión, motor de todos los demás derechos humanos, palabras que resumen y recogen los planteamientos del escritor inglés John Milton, impresos en su texto Areopagítica.
De todas las libertades, decía en su escrito. Dadme la libertad de pensamiento. Dadme la libertad de saber, de hablar y de argüir libremente según mi conciencia, por encima de todas las libertades.
Areópago era la colina donde los juzgadores griegos juzgaban tanto ideas como a hombres y donde Protágoras fue sentenciado y sus libros condenados a la hoguera, y todo porque el filósofo presocrático se atrevió a sostener que el hombre era la medida de todas las cosas y a confesar sus dudas sobre la existencia de los dioses. Poco después de algunos cientos de años, Milton evoca el Areópago para rebatir la orden parlamentaria del 14 de junio de 1643 que le requería licencia para imprimir. (1)
El pensador inglés, ubicaba la libertad de expresión como la cúspide y garante de todas las libertades y derechos, sus parlamentos y sus razonamientos a más de 350 años de haberse concebido.
Hoy más que nunca siguen vigentes, porque nada al parecer ha podido detener el odio a la verdad, el culto a la soberbia, la intolerancia a la opinión que difiere, nada ha extinguido la hoguera que incendió en la colina del Areópago los libros de Protágoras, pues no obstante el rápido y desconcertante desarrollo de los medios de comunicación nada ha servido para detener los efectos de esa hoguera.
Siguiendo el paso de la libertad de expresión en los diversos escenarios donde se ha manifestado, nos llevaría inevitablemente a los aciagos días de la santa Inquisición, donde las “hogueras” se instalaban en las plazas públicas para convencer a los herejes de su equivoco, de su contumacia a denegar sus asertos por ser diferentes a los impuestos por el poder.
La libertad de expresión, “sin embargo se mueve”, decía Galileo y aparece envuelta en las llamas de la ilustración francesa, para convertir en realidad sus sueños de libertad, igualdad, y fraternidad.
Sapere aude. Atrévete a saber, decían los pensadores de la Ilustración, no tengas miedo a descubrir lo que encierran los arcanos del pensamiento. Sé libre.
Enarbolando esa premisa, la libertad de expresión se ha instalado en los ordenamientos jurídicos de casi todos los países del mundo, aunque para ello se hayan tenido que sortear guerras, revoluciones, asesinatos, fusilamientos, y mil formas de desaparecer y acallar las voces disidentes.
Garantiza Constitución libertad de expresión
El contenido de nuestra Carta Magna es el reflejo de todas esas luchas y acontecimientos históricos, gracias a lo cual la libertad de pensamiento y de expresión se mantienen vigentes y sostienen el árbol de nuestras tradiciones jurídicas.
El cuerpo doctrinal de nuestra Constitución, sigue fiel a su tradición democrática y liberal y garantiza en sus ordenamientos el derecho pleno a la libertad de expresión.
En su artículo 6º se expresa: La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa . . .el derecho a la información será garantizado por el Estado.
En el Artículo 7º se establece. . . . Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas a través de cualquier medio.
Libertad de expresión atada
Con la aparición de los modernos mecanismos de comunicación como el Internet, la televisión, los programas “on line” que han invadido todos los ámbitos de la vida social, la libertad de Expresión se ha convertido en una verdadera red de encrucijadas en las que teóricamente resultaría difícil obstaculizar la información.
Pero en la realidad, este derecho sigue atado a los intereses de la economía y de los caprichos políticos, pues basta con oprimir un botón para informar al usuario “que se ha ido el sistema” y nada ni nadie podrá saber si tal comunicado es producto de un desperfecto técnico o realmente ha sido ocasionado voluntariamente.
Y esto vale lo mismo para manejar los vaivenes en los mercados de las divisas, como para informar las incrementos en las tasas de intereses bancarias, o en el peor de los casos para desinformar acerca de los resultados en los comicios electorales.
Toda esta amalgama de posibilidades hace necesaria la actualización de los alcances de la libertad de expresión.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene en sus manos esta fundamental tarea, la jurisprudencia que nace del trabajo del juzgador, es la custodia hasta ahora inviolable del derecho de los mexicanos a ser libres, a tener acceso a la información, y a mantener la seguridad que podemos seguir viviendo en un país de leyes, de tranquilidad y de justicia.
Toca a las nuevas generaciones mantener, perfeccionar, y defender este legado, porque a pesar de todas las catástrofes que pudieran enfrentar, a ustedes corresponde el derecho de llevar a puerto seguro las libertades que nos han heredado.
¡Sean Libres! como decía el poeta, “al fin y al cabo la humanidad es eterna, y a pesar de todas las calamidades y desgracias, eternamente triunfará la vida”.
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