El síntoma más claro de la degradación de una administración municipal es la inseguridad pública que viven sus habitantes en Tlajomulco.
La autoridad en Tlajomulco destaca por la improvisación y el abandono de sus funciones, sin apoyo en ningún sentido de su organización, se ha perdido el interés de servicio a sus habitantes, pareciera que cada administración compite una tras otra, por brindar el peor servicio.
La seguridad pública municipal es el primer eslabón de una cadena de acciones que debería proteger a la ciudadanía, en las que se incluyen las corporaciones de los distintos niveles de gobierno.
Déficit y corrupción policial
Desgraciadamente todas están contaminadas de corrupción e ineficiencia. Como ejemplo podemos citar que es conocido por los vecinos de los fraccionamientos El Palomar y el Cielo, que la Guardia Nacional hace visitas periódicas a personajes conocidos que les otorgan generosas atenciones.
Tlajomulco con una población en el censo de 2020 de más de 720 mil electores, para los observadores rebasó el millón de habitantes, lo que para términos de organismos internacionales que consideran tres policías para cada mil habitantes, debería contar con 3 mil policías, sin embargo, su nómina no alcanza los 800 elementos.
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La corporación preventiva para operar con ese número de elementos policiacos, considerando el modelo policial terciario, debería operar con 250 patrullas en tres turnos. La realidad es que apenas cuenta con el 10% de esa cantidad, esto es 25 vehículos.
Bajo esas carencias es imposible brindar un servicio decoroso a los habitantes, que permanecen inermes ante la delincuencia y la incompetencia de los funcionarios.
Terror y violencia
Sin considerar la contaminación delincuencial, la desorganización y la incompetencia administrativa, esa corporación no puede cubrir una décima parte de su territorio, lo que mantiene amplias zonas descubiertas y a la población indefensa.
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Entre otros efectos graves debemos considerar la permanente contaminación de niños y adolescentes de las adicciones y la violencia.
Además, el secuestro de mujeres, la desaparición de personas y la constante aparición de fosas con segmentos humanos, mantiene a los habitantes en el límite del terror de sentirse agredido y convivir con la violencia y la muerte.
Tlajomulco es el vivo ejemplo de lo que no debiera suceder en una país de leyes y solidaridad humana.
Ni que decir que quienes administran el municipio se sienten satisfechos de lo que han logrado en beneficio de la ciudadanía y se consideran con derecho para ascender en la escala de la representación política.
Así vive la sociedad de Tlajomulco, olvidada, aterrorizada por la delincuencia, esperando que la siguiente administración enfrente y resuelva los problemas que los aquejan. Y sin embargo, presencian con incredulidad que cada administración es peor que la anterior y sólo esperan como milagro un poco de calidad humana e interés por solucionar los problemas que crearon las mismas administraciones insensibles.
Están inermes ante una realidad de personajes dignos de una obra de Moliere, caracterizados por los peores vicios que puede tener un funcionario público, la vejez mental y la codicia.