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Besar en la mano: El Tlatoani no tuvo la culpa

besar mano tlatoani AMLO
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Besar la mano de un anciano, o de un familiar o bien de algún sacerdote de la religión católica, no reviste este acto por sí solo ningún agravio, ni es sintomático de un acto indecente o deshonroso, pues en nuestras tradiciones esa costumbre fue un hecho que vivió a nuestro lado desde los tiempos de la colonia y que pervive aún en algunas comunidades de los pueblos originarios.

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En los tiempos del priismo dicha costumbre se utilizó como un medio ideal e idóneo para rendir pleitesía a los prohombres del gobierno, lo mismo fuera un diputado, un regidor, o un simple burócrata de padrón y licencias, no se diga un gobernador o un senador, figuras que en el mundo de la farándula política su sola presencia inducía a sus seguidores a la reverencia y a la ceremonia.

Besar la mano a una persona en consecuencia ha sido en tiempos idos, una acción que incluso se entendía como proveniente de una persona culta y “letrada”, y se ponía como ejemplo de buena conducta a quienes por su edad eran aún ajenos a estos menesteres.

Así a los jóvenes se les permitía besar la mano de las damas en señal de elogio o de estima, esta misma actitud cuando se trataba de un cumplimiento hacia un jerarca, o algún poderoso, la gente “de bien”, así se les llamaba a los dueños del dinero, lo veían con cierta normalidad, y lo aplaudían y aprobaban.

Aunque la “vox populi” lo reprobara, mostrando esta inconformidad componiendo refranes y todo tipo de burlas y chascarrillos, no faltaban tampoco los intelectuales y artistas quienes en el mismo tenor, sin más, llamaron a estos hechos el “Besamanos”.

Y en sus obras aparecían dramatizadas cómicamente este tipo de personajes lisonjeros y aduladores para deleite y alegría del público espectador, hombres y mujeres se hacían aparecer en los teatros, besando la mano o los pies del rey, o de cualquier miembro de la aristocracia.

Con la llegada de la “ilustración” francesa que pasó a guillotina a la mayoría de los nobles que medraban en esas tierras, muchos de estos hábitos o costumbres pasaron a la historia y se convirtieron incluso en un distintivo de hipocresía y de simulación, quedando esas prácticas reducidas a los secretos claustros del dominio familiar.

Besar en la mano: Respeto

En varias esferas culturales aunque ajenas a nosotros como país, este tipo de conductas son también permitidos, siempre y cuando tales actos no tengan otra intención que la de mostrar respeto y admiración por la persona a quién se dirigen esas muestras de aprecio.

Dice en Al-Mawsu’ah al-Fiqhíyah, 13/131: en el Islam: “Es permisible besar la mano de un erudito piadoso o de un gobernante justo, como besar la mano de nuestros padres, de nuestros maestros, o de cualquiera que merezca una actitud de respeto y honor.

También es permisible besar la cabeza o la frente, sobre los ojos. Pero todo esto se aplica si el gesto se hace como forma de mostrar respeto, afecto, admiración (. . .) Besar la mano de nuestra madre, padre, tío o tía materna o paterna, de nuestros abuelos o de un sheij o imam, sí es algo que se hace en señal de respeto, es algo permisible en el Islam y no hay nada malo con ello.

Este gesto de besar la mano de nuestros parientes mayores y personas no para mostrar sumisión ni veneración religiosa, y no lo virtuosas, debe realizarse para manifestar respeto, pero consideramos prohibido. Y Allah sabe más”.

 Como estas frases, podrían citarse cientos de locuciones que dan muestra de la existencia de este tipo de conductas en diversas culturas y en diversos idiomas.

Beso al Tlatoani

En nuestro caso, se podría afirmar que la presencia de este proceder en nuestros hábitos de vida son herencias del conquistador español y, han sido entre otras razones la causa de que este tipo de reverencias hubieran permeado hasta los rincones más profundos de la conciencia popular, mismas que aún pervivían hasta hace algún tiempo en ciertas comunidades rurales y urbanas, pero en ningún caso estos hechos demostraban un sentimiento de adulación o de vasallaje.

En la población de “Tecámac de Felipe Villanueva”, en el Estado de México, la alcaldesa, quizá movida por indescifrables y personales sentimientos hacia el Representante del Ejecutivo Federal le ha besado la mano, lo que motivó una serie de censuras y descalificaciones.

El periodista Marco Levario Turcott, así describía estos hechos: “La escena es representativa del culto a la personalidad que buscan personajes mesiánicos (. . .) Esta sumisión no sólo expresa los desvaríos de quienes pisan su propia dignidad, sino el fanatismo que encumbra a personajes que se creen todo poderosos”.

También se puede leer en la misma plataforma: “Como si fuera un gran señor feudal o sacerdote que se merece eso y más”, “¿Cómo pueden perder la dignidad de esa manera?”, “El colmo de la lambisconería, ni cómo ayudarle”, “Que sumisión de la alcaldesa; esto es inconcebible”, “¿Su Alteza Serenísima o Su Graciosa Majestad?”, se lee entre las reacciones en X (antes Twitter).

En tal sentido, cómo se puede juzgar a la alcaldesa de Tecámac, qué culpa tiene de haber nacido y vivido inmersa en la cultura del “Siglo de las luces”.


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Jesus Rodriguez Gurrola

por Jesus Rodríguez Gurrola

Doctor en Letras Románicas en a Universidad Paul Valery de Montpellier, Francia. Profesor huésped de la Universidad de Varsovia, Polonia y de la Universidad de Hamburgo, Alemania Federal. Profesor emérito de la Universidad de Guadalalajara. Columnista durante 28 años de El Occidental.

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