Una de las premisas de la democracia es la transitoriedad de quienes ocupan cargos de elección popular. La renovación se impone porque quienes gobiernan y administran las naciones deben ser consecuentes con su tiempo.
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Sería absurdo pensar que, hoy día, se pueden resolver los grandes problemas nacionales sin usar los instrumentos que la modernidad ofrece.
Tampoco es deseable que quienes concluyen un mandato sigan interviniendo en la toma de decisiones. Los intereses que se crean en su entorno pueden convertirse en un obstáculo para quien lleve el peso del Gobierno.
La vida está determinada por límites. La Constitución define las responsabilidades y facultades de quienes gobiernan. No pueden ir más allá de esas fronteras. Es la garantía que protege al ciudadano de los abusos de las autoridades.
Cuando las bases constitucionales y el andamiaje jurídico dejan de corresponder con la realidad, lo que se debe hacer es convocar, en tiempo y forma, a un Congreso Constituyente* para que los ciudadanos, debidamente representados e informados, redefinan los grandes objetivos nacionales y la estructura política del país.
Estamos a tres semanas de que concluya el mandato del Presidente López Obrador. ¿Por qué, entonces, su gobierno —próximo a expirar— promueve una serie de reformas constitucionales cuyos efectos pueden ser dañinos para la nación?
Si interpretamos el lenguaje verbal y corporal del prócer, podemos adelantar que no está pensando en irse: “La ley, ¿qué es la ley?”.
A mayor abundamiento, agreguemos que, en su verborrea mañanera, hace evidente sus “encomiendas” a la presidenta electa para que continúe el desmantelamiento del régimen y la consolidación de los gobiernos de la 4T. Que todos los funcionarios de la nueva administración hayan sido sugeridos o consultados con el futuro expresidente revela su decisión de permanecer.
Más evidente lo hace la designación de un psicópata en la presidencia del Senado, dos de sus personeros como coordinadores de las cámaras de diputados y senadores, y la inminente “elección” de su hijo como secretario general de Morena.
Conclusión: López mantendrá los controles para garantizar el cambio de régimen. Dueño del país, el tabasqueño apretará la correa de sus mastines para que la indefensa presidenta cumpla con sus indicaciones. Los próximos meses serán, por sus consecuencias, realmente históricos.
Quisiera que la enorme esperanza (¿ilusión?) del pueblo en la presidenta no sea defraudada. Lamentablemente, todos los indicios van en la dirección contraria.
Incluso, pienso que, aunque ella tuviese la voluntad para bien gobernar, el entorno que la rodea se lo impedirá. No tiene ni el margen de maniobra ni los soportes en que apoyarse.
No somos un país aislado: los intereses de EE. UU. en México son enormes, los grupos delictivos se encuentran fuera de control (¿o no?) y nuestra dependencia económica está expuesta frente a la revisión del TLC.
Mientras que el fantasma de palacio —López Obrador— siga recorriendo sus pasillos, nuestro futuro estará en riesgo.
El Constituyente Originario es la institución integrada por las cámaras de diputados y senadores y por las legislaturas de los Estados, cuya misión es revisar y aprobar una nueva constitución.