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¡Democracia! Esa bella palabra

democracia en México
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No obstante la continuada obsesión por edificar un  país al margen de la Constitución Política de México, por transformar su esencia como nación independiente y convertirlo en una mala copia de gobiernos fallidos con reformas y contrarreformas, no obstante el embate de todas estas sutilezas, aún vivimos en un país democrático.

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A pesar también de  que la palabra democracia haya sido utilizada para justificar cualquier exceso y abuso de los dueños del poder, su significado sigue siendo el hilo conductor de nuestros actos como hijos de esta gran nación.

Bajo el signo de la democracia un gran sector de este pueblo, seguimos alentando la  esperanza de ver el nacimiento de ese México que se ofrece en cada período electorero, no importa cuál sea el color partidista, o la divisa ideológica que se maneje en los mensajes de campaña.

El México que se dibuja en resmas de papel, en miles de horas televisivas, en cientos de mítines, en horas y horas de verborrea radiofónica.

Un México donde ya no habrá pobreza, ni desempleo, ni corrupción, donde habrán desaparecido las ejecuciones, los desplazamientos de comunidades enteras, donde ya no existirá el secuestro de personas  y no habrá el contubernio entre traficantes de droga y autoridades. 

Un México en fin,  donde la ignorancia será tan sólo un  recuerdo del pasado, y en el cual  nuestros niños vivirán como en Dinamarca, (así dicen los optimistas de palacio), alejados de la agresión de pervertidos, aprendiendo a conocer el mundo sin las trabas de la miseria y sin las apologías al delito que aparecen horas y horas en los celulares y televisores disfrazadas de caricaturas, sin que nada ni nadie hasta el momento pueda si siquiera opinar al respecto.

 Esos son los costos de la democracia moderna, los mexicanos los pagaremos desde ya, contemplando inermes como se fabrican a través de dibujos animados, los nuevos sicarios, los superpolicías, los superhéroes tan fantásticos como ficticios, en un escenario en el cual  como diría Iván Karamozov “Sí Dios no existiera, todo estuviera permitido”. 

Aún así, quienes hemos vivido en este país, quienes nos hemos formado en sus pueblos, en sus calles, en sus aulas, seguiremos esperando que pronto ese México de las pancartas, y de las “pintas” sea una realidad, que cesen los agravios a los derechos del hombre, que se respeten los invaluables esfuerzos y sacrificios de las madres que trabajan, como así se consigna en nuestra Carta Magna.

Si, es cierto, todo este listado de deseos se podrán calificar de sueños y utopías, pero todo el ser humano tiene derecho a soñar, a vivir en una sociedad más justa, quizá no como la diseñaba en sus obras el pensador inglés Tomás Moro, porque esa sociedad es irrealizable  en el mundo real, tanto en 1516  en que la concibe el pensador citado, como  en la actualidad.

Sin embargo, la esencia de sus propuestas sigue siendo válida, “crear un estado justo, en el que todos sus habitantes alcancen la felicidad”.

Con esa divisa seguiremos caminando, mientras haya un resquicio por donde trasmitir nuestra palabra, mientras México como nación siga viviendo.


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Jesus Rodriguez Gurrola

por Jesus Rodríguez Gurrola

Doctor en Letras Románicas en a Universidad Paul Valery de Montpellier, Francia. Profesor huésped de la Universidad de Varsovia, Polonia y de la Universidad de Hamburgo, Alemania Federal. Profesor emérito de la Universidad de Guadalalajara. Columnista durante 28 años de El Occidental.

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