En la década de los noventa del siglo pasado, hubo dos tipos de crisis económica, la traumática y la dirigida. La primera sucedió en México, la segunda en Japón.
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Las causas y sus resultados fueron diametralmente opuestos. La de México fue sorpresiva, porque todo mundo daba por hecho que Carlos Salinas mantenía el control del gobierno y del país y que nada sucedería sin que él lo instrumentara.
En el caso de Japón fue generada desde el gobierno de Bill Clinton en los Estados Unidos de Norteamérica, haciendo uso de los mecanismos de control financiero y con la participación de los grupos e instituciones financieras internacionales, que veían en Japón una amenaza ante la intención de convertirse en la primera potencia económica del mundo, desplazando a Estados Unidos.
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En México se había logrado frenar la inflación habiendo quitado tres ceros al peso, de tal manera que de tres mil pesos el dólar, lo bajaron a tres.
Esa medida de la Secretaría de Hacienda, si bien económicamente no tenía significado de fondo, influyó en el ánimo de la población al pensar que por fin se había logrado establecer parámetros de economía real y se estaba lejos de las temidas devaluaciones.
Por otro lado, la firma del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos de Norteamérica y
México, brindaba certeza de manejo serio y ordenado de las finanzas nacionales.
Japón había instrumentado a partir de la posguerra una serie de políticas económicas que lo convirtieron en potencia económica.
Por un lado, los sistemas de control de calidad en la producción de la industria habían convertido sus productos en alta demanda del mercado internacional.
Por el otro una serie de medidas impositivas, administrativas y políticas habían llevado a su economía a ser la más boyante y competitiva del mundo.
En el terreno impositivo redujeron los impuestos a los productos de exportación que los abarataba. Por otro lado, aumentaron los impuestos de consumo de manera interna, así la fortaleza del comercio se enfocaba en la exportación y de paso aumentaba la concentración de recursos de las arcas públicas nacionales.
Japón fue gobernado desde la Segunda Guerra Mundial por un solo partido político, lo que permitía un férreo control de un grupo, que se dedicó a convertirlo en la más fuerte competencia de los Estados Unidos de Norteamérica y en distintos foros así lo hacían sentir.
Una reacción consecuente, fue una serie de acciones de debilitamiento de la fortaleza financiera del país. Así de manera aparentemente extraña la bolsa de valores de Tokio empezó a caer sin una razón clara. Las medidas eran entre otras, que los fondos sociales administrados por instituciones del gobierno norteamericano vendían las acciones japonesas.
El proceso fue de efectos a mediano plazo, en tanto presionaban al gobierno japonés a bajar los impuestos al consumo interno. El resultado fue que en la elección siguiente su régimen parlamentario cambio del partido tradicional dominante a la oposición, acabando con la amenaza de quienes controlaban la economía y las políticas públicas.
Los resultados de ambas crisis fueron en extremo impactantes, en tanto en México fue devastador, en Japón caminaron hacia la alternancia política.
México siguió pagando la deuda externa y el partido tradicional de Japón dejó de ser una amenaza. Los grupos que controlan las finanzas del mundo por su parte, respiraron tranquilos.
Las preguntas que ahora surgen son:
- ¿Qué sucederá ante las políticas de Morena y la revisión compleja de los Tratados Internacionales?
- ¿Hacia cuál de las alternativas camina el país?
- ¿Crisis dirigida o de choque?
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