No son pocas ni pequeñas las dificultades por las que atraviesa Enrique Alfaro, para presentar candidaturas eficientes y confiables para la elección, además, de los desencuentros con el líder del partido, Dante Delgado.
Con un poder judicial degradado por las anteriores administraciones y un alto costo financiero para resolver los problemas llega Alfaro al gobierno.
Convencido que con buenas intenciones no podría enfrentar los problemas, endeudó el Estado, con el agregado que fue de manera poco escrupulosa.
Si a ello le sumamos los desencuentros con grupos de poder, además del afán de demostrar que podría controlar los grupos delincuenciales con solo voluntad y que acabaron por llevarlo a un punto de difícil retorno con la ciudadanía.
Cuando llega al gobierno del Estado venía de la administración de Guadalajara, donde encontró problemas no resueltos, acumulados de varias administraciones ineficientes, todo mundo esperaba que el Alfaro creativo y de iniciativa iniciara la solución de ellos.
Fue lo contrario, se regularizaron desarrollos inmobiliarios irregulares, se sacó del Centro Histórico a los comerciantes de manera indiscriminada, sin plan ni proyecto que resolviera sin violentar derechos.
En su trato había un dejo de amargura, un desesperado afán de avanzar, en todo eso hay designios desconocidos, que lo llevaron a un punto de desencuentro con la ciudadanía y con los sectores sociales que creyeron en él.
Los tiempos electorales lo alcanzan, busca salidas, formas de consolidar su proyecto, pero no cuidó a sus compañeros de aventura, que se perdieron en el camino de la ambición y los intereses.
Se da cuenta en el momento de arranque que el equipo está desgastado, desprestigiado, han perdido disciplina objetivos de servicio.
Busca generar candidaturas entre sus seguidores, no las encuentra, hace alianzas con personajes que vienen de otros proyectos, pero no confía en ellos, así sin cartas para candidaturas exitosas, un equipo desgastado y señalamientos ciertos o falsos que la ciudadanía cree.
Se acerca con el líder real del partido que gobierna el país, desconfía, vuelve a poner distancia, regresa en busca de alternativas en su entorno, y sigue en una búsqueda cada día más árida.
Le levanta la mano a Salvador Zamora, después al rebelde Pablo Lemus. Alienta a Clemente Castañeda y Alberto Esquer, corteja a Arturo Zamora, parecieran todos prospectos al gobierno del estado.
En su búsqueda para los municipios de la zona metropolitana, su baraja no alcanza para un juego de póker.
El paso por las administraciones municipales ha desgastado un equipo eficiente y exitoso, entre tufos de malos manejos, acciones arbitrarias, ineficiencia de servicios públicos, trato prepotente.
Aquella generación de jóvenes brillantes ha envejecido, en paralelo corren rumores de negocios a la sombra de la función pública.
Como prestidigitadores tratan de convencer a la ciudadanía de su sentido de planeación y búsqueda del bien común.
Lo mismo alteran estadísticas de seguridad pública, como presentan un proyecto de continuación de la Línea Uno del Tren Ligero, que no se sabe cuándo, ni cómo se realizará como alternativa al transporte de la Zona Sur, sin reconocer que son problemas generados por el desarrollo urbano anárquico, del que ellos han sido factores determinantes.
En tanto la contaminación avanza de manera alarmante, los incendios de las escasas reservas ecológicas se multiplican y las dudas aumentan por los beneficios de nuevos desarrollos inmobiliarios.
El resultado inevitable es pagar errores y abusos, de quienes fueron esperanza de una sociedad agobiada de problemas que antes que resolver, agudizaron.
Te recomendamos:
[…] El árido camino de Alfaro y Movimiento Ciudadano […]