Jalisco y el propio país están en un parteaguas. Amenazados por factores internos y externos nos encontramos en una disyuntiva estresante y sin claridad de cuál es el rumbo que se debe tomar.
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Ciudadanía y gobiernos viven en una permanente zozobra de sentirse expuestos a elementos que nos pueden dañar en todos sentidos, económicos, físicos y democráticos.
El crecimiento en los principales países del mundo de fuerzas políticas, claramente antidemocráticas, cuando estábamos acostumbrados a las democracias tradicionales, aunque manipuladas, la presencia de las tendencias de las que no hay claridad teórica ni experiencia práctica, cercanas en el tiempo, no nos permite percibir con claridad de lo que serían capaces de realizar.
Por otro lado el crecimiento exponencial de los grupos delictivos, que siempre han estado presentes en la vida del país, tratando de apoderarse de la narrativa cultural, democrática y el colmo, hasta moral, a un tiempo que imponen decisiones bajo amenaza o bien por la fuerza bruta y la violencia.
Las circunstancias nos han llevado al momento actual en que Jalisco atraviesa por condiciones difíciles, los procesos electorales nos han conducido a posiciones inesperadas, irremediablemente a conflictos no superados y como consecuencia a gobiernos frágiles, ante las distintas fuerzas que componen el Estado, en especial los grupos de interés, acostumbrados a obtener ventajas de las condiciones de fragilidad de los gobiernos.
Sin embargo cuando hablamos de debilidades y fortalezas de un gobierno, no nos referimos a la posibilidad de imponer decisiones autocráticas, hablamos de la fortaleza democrática, obtenida mediante la participación electoral.
Así para nuestro Estado el actual gobierno solamente tiene tres municipios importantes que soportan sus decisiones, ubicados en la zona metropolitana, Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco.
Sin embargo, los tres municipios tienen administraciones municipales agobiadas por escasos recursos financieros y un gran cúmulo de necesidades, las administraciones se la pasan resolviendo emergencias y dejando de lado los proyectos estratégicos y de mediano plazo, aplazando decisiones que la ciudadanía demanda con urgencia.
Sumado a ello nos encontramos ante un panorama nacional económico lleno de obstáculos y amenazas, en tanto que las finanzas estatales padecen suma debilidad por lo excesivo del gasto de las administraciones pasadas y la desconfianza de la ciudadanía ante administraciones oscuras y maliciosamente manipuladas, para favorecer intereses particulares, conduciendo planes y proyectos a decisiones que favorezcan a grupos y personajes cercanos a los gobiernos.
Para superar esas etapas de debilidad se requiere recuperar la credibilidad y por consecuencia el apoyo social, con decisiones que conlleven certeza.
Que el ciudadano perciba que sus gobiernos son honestos y esforzados, que toman decisiones necesarias, que conducen las administraciones en un sentido positivo, aunque sea un camino largo.
Para obtenerlo, es obvio decirlo se necesita reconstruir la confianza pública, con decisiones claras, directas y transparentes, así como finanzas sanas y escrupulosamente administradas.
Jalisco necesita recuperar el liderazgo nacional, eso solamente lo logrará mediante un gobierno participativo, que escuche a la ciudadanía, que incorpore a las dirigencias de organismos sociales, empresariales y culturales.
Una conducción sin dudas ni cuestionamientos, esa es la fórmula deseada.
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