A la actual administración Federal la tienen en una encrucijada los intereses y las interpretaciones teóricas, envueltas en contradicciones las segundas y los primeros en un deterioro moral acelerado por el manejo irresponsable e inescrupuloso, en el afán de acumular riqueza, de los personajes icónicos y sus cercanos.
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Todo lo anterior se traduce en toma de decisiones apresuradas y fuerte golpeteo interno, que conduce a fricción permanente entre las distintas corrientes del movimiento que gobierna el país, que dificulta a su vez el avance ágil de una administración presionada por el entorno internacional y los efectos de decisiones tomadas en el sexenio anterior que se convierten en resistencias en los procesos de negociación.
Además, no se debe dejar de considerar el endeudamiento exagerado del país, sumado al nulo crecimiento, estimado por los organismos internacionales en apenas un 0.3 por ciento, lo que equivale a estancamiento, ante las necesidades apremiantes y las demandas de empleo e ingresos familiares decorosos.
Presión adicional genera la aproximación de dos eventos importantes, la elección intermedia de 2027 y la Ratificación de mandato de la Presidente de la República. Esta última prevista para 2028, se busca emparejarla con la elección del 2027. Se entiende que, con el afán de generar una doble inercia, potenciar la elección y proteger la Ratificación de mandato.
Para ello la actual administración hace un gran esfuerzo para forzar fondos y mantener los programas sociales, que para algunos observadores equivalen a un apoyo electoral de quince millones de votos, lo que consideran neutralizaría el voto inconforme de una clase media maltratada y vilipendiada, además del desgaste por los escándalos de corrupción, de personajes importantes de la corriente política gobernante.
Sin embargo, no hay certeza para el tratado comercial con los norteamericanos, tampoco la hay de lograr mediatizar las virulentas bandas de la delincuencia organizada, que al verse amenazadas se preparan para defenderse incluso de una intervención del gobierno vecino.
La otra amenaza de la administración actual es la del sabotaje que pudiera sufrir a partir de las Cámaras Federales, controlados sus liderazgos por personajes que se sienten amenazados por el gobierno actual y que se refugian en los grupos duros de la corriente.
En perspectiva entonces, Claudia Sheinbaum tiene que saltar los obstáculos bastantes grandes que le quitan la certeza al inversor, de mantener la administración en una eficiencia aceptable, lo que es un verdadero malabar, ante las restricciones de la secretaría de Hacienda para reducir el déficit y el hostigamiento a la administración de servicios que presta el gobierno federal, ahorcados desde el sexenio anterior. El nulo crecimiento del país, en que la inversión se frena ante la amenaza de un Poder Judicial coptado por intereses partidistas y la falta de inversión en la estructura económica, lo que inhibe la producción y le quita certeza a la inversión.
Si bien la población le otorga a Sheinbaum el bono sexenal de apoyo, es difícil mantener los equilibrios ante el golpeteo interno y las presiones externas, de un gobierno deteriorado en su prestigio y debilitado ante la opinión pública local e internacional.
