Reza una vieja conseja que los pueblos tienen el Gobierno que merecen. Me pregunto y te pregunto: ¿tenemos los gobiernos que merecemos? Dejo abierta la pregunta.
La cita tiene que ver con la construcción de la democracia como sistema de Gobierno y con los ciudadanos como soporte y fuente de legitimidad de los gobernantes.
Estaremos de acuerdo en que la función del Gobierno es trabajar para resolver los problemas de la sociedad y preparar a las nuevas generaciones para el éxito, administrando los activos colectivos. De otra suerte, ¿para qué sirve?
Además, en los tiempos que vivimos, no se puede pensar en un Gobierno aislado del pueblo. Dicho de otra manera, es inconcebible la democracia sin considerar a la ciudadanía; son conceptos complementarios.
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El asunto es que, obligada y necesariamente, los regímenes democráticos deben, periódicamente, sujetar a la decisión de los electores (de ti y de mí), quiénes deben de conducir el Gobierno. Es un mandato constitucional.
La Revolución Mexicana tuvo como uno de sus objetivos eliminar la posibilidad de que los gobernantes permanecieran en el poder ilimitadamente: “Sufragio efectivo. No reelección.” fue la bandera de los revolucionarios.
Luego, al olvidar las razones históricas de esa taxativa, algunos gobernantes, una vez hechos de la silla -desde las regidurías hasta la Presidencia de la República, que es el caso de López Obrador y sus “corcholatas”-, se encariñan con los cargos públicos y hacen hasta lo imposible por seguir “sacrificándose” por el pueblo.
Lo importante para ellos es continuar ejerciendo el poder, directa o indirectamente. En nuestro país, esa tentación ha estado presente en casi todos los tiempos y en casi todos los políticos. Juárez, si no se hubiese muerto, seguiría en Palacio Nacional, lo mismo que Don Porfirio y Calles.
Abierta la puerta de la codicia, los apetitos de poder del Presidente, sus allegados y cortesanos acechan como lobos hambrientos a la democracia, y a nosotros no nos están dejando más recurso para defenderla que nuestro voto.
Cuando se violentan los principios, lo que sigue es la anarquía o la dictadura. ¿Ese es el futuro que queremos para nosotros y nuestros hijos? No.
Si queremos buenos gobiernos, debemos elegir a los mejores. Cuando los partidos, que conservan el monopolio de las candidaturas, se estandarizan -son todos iguales, carentes de ideología y compromiso social-, convirtiéndose sólo en el vehículo para acceder a los puestos de elección popular, lo que queda es la persona y sus valores.
Adentrémonos en el conocimiento de los aspirantes. Escudriñemos en su pasado, cuáles son sus méritos y sus virtudes, para decidir en quién vamos a depositar nuestra confianza. Nuestro voto vale y vale mucho. Que no nos motiven la ira o el miedo. Quien se haga acreedor a él, adquiere una grave responsabilidad, cuyo cumplimiento nos corresponde vigilar y sancionar.
La tierra está seca. Sembremos en ella la semilla de la esperanza. Elijamos a los mejores. Me ilusiona la participación de las mujeres. Amo las flores y ahora una flor aparece en nuestro horizonte. Observémosla, ¡podría ser una orquídea!
Excelente Lic. Eugenio, mas claro ni el agua. Como ciudadanos nos quejamos, pero hoy mas que nunca debemos actuar y participar, además de responsabilizarnos al votar.