Si bien sabemos que el “manotazo” que el sábado dio Adán Augusto López Hernández en el auditorio “Benito Juárez” fue por el evidente diferendo entre José María “Chema” Martínez y Carlos Lomelí Bolaños, la verdad es que el morenismo en Jalisco ya requería un serio y fuerte “jalón de orejas”.
Sin embargo, eso no será suficiente, por mucho que lo haga alguien de la estatura política del ex secretario de Gobernación, si en ocasiones esas diferencias son alentadas desde la capital del país o la dirigencia nacional hace “oídos sordos” y se hace de la “vista gorda”.
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A la dirigente estatal, Katia Castillo, la división de los morenistas poco le ha importado o el tamaño del problema la ha rebasado tanto que decidió mejor dedicarse a otras cosas que a trabajar por lograr la unidad entre su militancia.
Y en este asunto nada menor, tampoco nada han hecho los hoy aspirantes a la candidatura presidencial -salvo ahora Adán Augusto-, no obstante que saben y reconocen el peso político-electoral que tiene Jalisco.
Porque la división no sólo es entre “Chema” y Lomelí, sino entre todas las “tribus” morenistas preocupadas más por cuidar su “parcela” que por construir un verdadero partido político en Jalisco, que si bien encabeza las encuestas en la preferencia ciudadana, a la hora de la verdad, de los hechos, todo se viene abajo.
Por eso aquí es cuando las palabras de Adán Augusto toman valor: “Ahora no vale la pena pelear por nada, porque todavía no tenemos nada”. Y así es. Los morenistas en Jalisco se pelean por un “pastel” que no existe y que sólo está en su imaginación.
Hasta el sábado, nunca antes una figura nacional del morenismo había venido a describir fielmente a los morenistas jaliscienses -con sus excepciones, claro-.
El manotazo
Tuvo que ser un tabasqueño quien viniera y se los dijera en su cara y de frente, como suele decir el clásico filósofo de Manuel Acuña.
Y lo dijo con conocimiento de causa, pues reveló que en Tabasco era común que “apenas un compañero o compañera empezaba a construir un liderazgo, salía otro compañero o compañera que lo único que hacía era meterle el pie al que encontrara en su camino”.
Adán Augusto López hizo una radiografía inequívoca de los morenistas jaliscienses cuando afirmó:
“Un compañero del movimiento no tiene porqué ser adversario de otro compañero del movimiento. (…). No merece Jalisco que nosotros vayamos desunidos, separados, con el pretexto banal de que aquel no es más popular que yo, de que aquel no es mejor que yo (…). En este movimiento, los ejercicios individuales ¡se pueden ir al carajo porque no los necesitamos!…”.
Luego, sin que signifique que inventó el “hilo negro”, López Hernández dijo una verdad que los morenistas de Jalisco se niegan a aceptar, reconocer y creer:
“Si nosotros queremos ganar un día en Jalisco, tenemos que hacerlo con todos, olvidándonos de las aspiraciones personales (…)” porque “no se vale que nosotros sembremos la semilla de la discordia y la división”. ¡Ouch! eso debió doler a más de un morenista.
Y contra lo que otros encumbrados morenistas vienen a decir a Jalisco, queriendo quedar bien con ellos, Adán Augusto se sinceró:
“Cada vez que vengo a Jalisco tengo un sueño, y ese sueño es hacer realidad un Jalisco de todos y para todos…”. Pero tiene razón: eso sólo puede ser un sueño, porque la realidad se impone.
Por último, en vísperas de la selección de candidatos a los cargos de elección popular en juego, en la antesala del proceso electoral para el 2024, López Hernández lanzó una advertencia, una alerta o quizás una sentencia:
“Estamos a tiempo de hacer las cosas bien; si no las hacemos, si seguimos metiendo el pie unos a otros, nos vamos a arrepentir toda la vida”.
Frente a un discurso así, sólo hay algo qué lamentar: que Adán Augusto le hablaba a los morenistas de Jalisco… quienes no tienen remedio.
Y si no, al tiempo…