Este cinco de diciembre, nuestra familia fue bendecida por Dios, nació Sofía; a manera de bienvenida, empezaría por platicarle sobre el milagro que es la vida; ese maravilloso espacio cuyo tránsito, lleno de cosas hermosas y a veces no tanto, apenas inicia.
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¿Cuántas veces nos hemos puesto a reflexionar sobre el sentido de la vida?
¿Cuántas sobre la responsabilidad de ser parte de los sueños, aspiraciones e, incluso, fantasías de este enorme colectivo integrado por cada uno de los habitantes de la Tierra?
La vida es un don, es la oportunidad de que, formados en valores y principios superiores, nos integremos a nuestra comunidad.
Este feliz acontecimiento estimula algunas reflexiones sobre el mundo y su futuro.
Sentado frente Chayito, que acuna a Sofía, me impresiona la fragilidad de la pequeña: Su estado de indefensión, su total vulnerabilidad, su dependencia de los mayores; y pienso en los miles, millones de bebés, cuyo destino está sellado por el egoísmo y la intolerancia.
¿Qué sería de nuestro mundo sin la maternidad? ¡No existiríamos! Y me refiero, no solo a la humana, sino a toda aquella que, por milenios, ha hecho posible el poblamiento de nuestro planeta.
Desde siempre, he admirado a las madres y el esfuerzo que aplican cotidianamente en la formación de los pequeños. Aceptémoslo o no, son las mujeres el vientre que engendra y la maestra que forma.
Entiendo que la pareja es fundamental en el proceso de construcción y desarrollo de una persona, sin embargo, por ser la portadora de vida, amamantadora y guía inicial, la mayor responsabilidad recae sobre ella.
Frecuentemente, el macho solo se aparea y se ausenta.
Cierro los ojos y sueño con que todos seamos felices, que la riqueza se distribuya con justeza, que los bienes culturales sean accesibles sin ningún tipo de discriminación.
Imagino al ser humano solidario, honesto, justo y amoroso. Que las creencias de cada uno sean respetadas y que, romeros solidarios en la perpetua búsqueda de la felicidad, nos tomemos de las manos sin que haya entre nuestra especie mayor distinción que el cuidado de la naturaleza y el amor por el otro.
Abro los ojos y veo una realidad que no coincide con mis sueños. Los poderosos siguen haciendo la guerra en algún lugar, mientras los débiles pagan las consecuencias. No es el mundo ideal, pero es el único que tenemos. Un mundo que, hace algunos años, fue transformado por la irrupción de la tecnología digital y ahora la IA. Ese es y será el espacio vital de Sofía. Los seres son de su época y el futuro debe verse con esperanza.
Finalmente, abusando de mi condición, me atrevería a dejarle a Sofía un pensamiento: “Vive la vida con intensidad, sin miedos, sin egoísmos, sin dejarte atrapar por los fantasmas de la mediocridad, el conformismo, la envidia o la desilusión. Ama intensamente y hazlo con la libertad que solo tienen los grandes de espíritu”.
Hace muchos años aprendí, de mi amigo Miguel Sánchez Montes de Oca, una frase inspiradora: “Para soñar, locura. Para vivir, cordura”.
Columna dedicada: Con inmenso amor a Chayito y Rafa.
*Columna publicada en: El milagro de la vida
