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Proyecto Metropolitano ZMG

Por el bien ciudadano

El “Parque Rojo” y la diversidad*

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Hace casi 100 años el progreso decidió allanar la vía hacia el poniente de Guadalajara y se dignificó, por mano y visión de Luis Barragán, el antiguo jardín frontal de antigua la penitenciaría de Escobedo, la cual fue derrumbada y permitió que la calle Juárez alcanzara las escuelas gemelas del ingeniero Navarro Branca, sede de la naciente Universidad de Guadalajara, y se abriera espacio para el “Parque Rojo”.

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Conforme al signo de los tiempos se le llamó el “Parque de la Revolución”, y en sendos pedestales se colocaron con el tiempo estatuas de Madero y Carranza; posteriormente en su costado se colocó una escultura de grupo honrando a los primeros luchadores por los derechos de los trabajadores, así como una placa monumental que conmemoraría la inauguración de la avenida Federalismo.

El proyecto original que fue rescatado en 2013 tenía por característica el uso del concreto color rojo y un conjunto de estructuras inspiradas en Le Curbosier que dividían al parque en diferentes secciones.

Para muchos tapatíos que nacimos entre uno y otro mundial de futbol (1970 y 1986), el Parque de la Revolución guarda sabores familiares como “El Polo Norte” y los churros “La Bombilla”, pero conforme la tarde caía y las familias se retiraban el espacio tomaba otra dimensión. En su perímetro se tejía la diversidad sexual de los años 70 y 80.

Posteriormente la apropiación cultural de los jóvenes, a finales de los 80’s, transformó el eje Juárez-Vallarta en una vía alternativa y cultural marcada por el callejón y el Ágora del Carmen, el cine foro de la UdeG, el cine del Estudiante el Cinematógrafo, infinidad de cafés, librerías y otros espacios en donde se hablaba de música, arte y literatura.

Después de que los chavos perdieron el espacio de comercio alternativo que se instaló en el Jardín del Carmen, Las Sombrillas y el Parque de la “Revo” fueron espacios de encuentro de las nuevas generaciones, referente urbano principal del centro de Guadalajara, punto de inicio de multitud de manifestaciones sociales y políticas de uno y otro color.

La presencia brutalista de las estaciones que culminan la línea 2 del Tren Ligero dan cuenta de que los cálculos políticos a veces flotan por encima de lo que los políticos quisieran para ser lienzo y soporte para expresiones graficas de indignación y marginación.

La vía recreativa y la fuerte identidad del parque por su rojo barraganesco le dieron nuevo protagonismo e identidad, pues era el punto estratégico en el que las rutas de tren confluían; así el espacio cambió de nombre y vocación, pues el “Rojo” era el núcleo en el cual los tapatíos se encontraban.

A partir de ese momento y con el surgimiento de las redes sociales, la venta mano a mano tomó asiento en el parque y sus alrededores, primero como un punto de encuentro al que siguió la apertura de multitud de pequeños bazares en calles aledañas, un fenómeno emergente entre la moda alternativa, vintage, las jóvenes y las madres de familia, dando forma a una economía profundamente libre y auto organizativa.

La pandemia no restó relevancia a las transacciones en el parque y al terminar la etapa de las restricciones sanitarias allí se instaló un mosaico de artesanos, diseñadores, artistas urbanos, ropavejeros hípster, rescatadores de la indumentaria, en un espacio de libertad y respeto y diversidad, con un claro discurso de género que a algunos incomodó.

La inminencia de una nueva justa mundialista (2026) fue el pretexto para que las autoridades municipales tomaran el espacio que por años se había ciudadanizado y lo delimitaran con rejas y antimotines, con el fin aparente de darle un aspecto inocuo, trendy e instagrameable, sin garantizar el legado de Barragán para una turba de aficionados al futbol que tendrá actividad por solo 2 semanas; sin embargo, lo único que existe hoy es el vacío y la indefinición mientras inicia la cuenta regresiva para el nuevo mundial.

Lo que para la burocracia municipal es un comercio irregular, para miles de tapatíos es subsistencia, expresión y vocación que lamentablemente hoy permanecen sin voz, pues en una paráfrasis de “El Principito”, lo esencial es invisible al Estado.

Es necesario que quienes se inclinan por el servicio público sean capaces de sumar a su óptica política, criterios sociales y antropológicos, pues poco hacen por sí reduciendo todo a vencidas entre partidos o proyectos, cerrando espacios a la ciudadanía.

Mientras, por otro lado, casi de manera simultánea las autoridades municipales se reúnen con influencers gastronómicos para tomarse la foto en una fonda glorificada, espacio de gentrificación de los mercados municipales a escasos metros del “Parque Rojo”.

Pareciera que para quienes compartieron esas garnachas delicatessen, los tapatíos de a pie, de camión, de tren y que difícilmente alcanzan a completar la semana, no son dignos el derecho a existir en el centro de la ciudad.

*Columna publicada en: https://marcatextos.com/el-parque-rojo-y-la-diversidad/


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