Junio ha sido en extremo complejo para México y como consecuencia para el Gobierno Federal. Se entiende que si el país tiene problemas agudos, al gobierno se le dificulta la operación y si el Gobierno Federal tropieza, sobre todo en momentos de crisis, quien acaba pagando los platos rotos es la sociedad.
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Es evidente que los problemas que pasamos tienen en mucho su origen en los abusos de los gobiernos. La enorme y endémica corrupción y la inconsciencia con que se manejaron los gobiernos incluyendo el actual, ha sido de efectos catastróficos que nos ha llevado al filo como país, al límite de la convivencia democrática y del Estado de Derecho.
Si tratáramos de encontrar la lógica entre la realidad y las decisiones electorales de la ciudadanía, en especial del Gobierno Federal, encontraríamos como mínimo dos constantes, la primera la ausencia de partidos políticos confiables, que conduce al elector a decisiones acotadas y desesperadas y segunda la búsqueda de castigo a las acciones abusivas de los funcionarios.
El estrecho margen de decisiones ha llevado a los electores, sobre todo en los últimos años, a la búsqueda de mecanismos que acoten y castiguen las acciones de gobiernos abusivos. El único mecanismo encontrado fue otorgar el apoyo a quien apareció como líder de la oposición a esos gobiernos.
Sin embargo, para pesar de los diez millones de votantes de manera predominante de la clase media, que hicieron triunfar a López Obrador en 2018, las prioridades del elegido fueron otras, apoderarse de los instrumentos de las decisiones de gobierno y no la de vengar las afrentas sociales de sus antecesores.
De manera fatal todo el bagaje de frustraciones, fallas, abusos y corruptelas, acumulado de años ha caído como fardo sobre el actual gobierno. Esa carga como mal fario, se suma a la elección de un gobierno norteamericano con enorme fuerza en el poder legislativo y criterios radicales, para entender y resolver los problemas. Vehículo al que estamos atados sin alternativa, que corre por el riel de criterios de gobierno con fuertes intervenciones económicas, políticas y de seguridad pública.
Los factores históricos internos y externos y los abusos acumulados han llevado al país a una posición de exagerada fragilidad. Cargando con el descrédito de gobiernos corruptos, que con el mayor cinismo han hecho acuerdos sistemáticos con las bandas del crimen organizado.
Las conductas y el mal ejemplo han permeado también a los gobiernos estatales y las administraciones municipales, que sin escatimar pragmatismo se han asociado alegremente a dichos grupos. Pregonan además su relación, su reconocimiento y admiración de grupos y conductas.
El mejor ejemplo se manifestó en el festejo del diputado del municipio de Tlajomulco de Zúñiga de Movimiento Ciudadano, que con la élite del municipio festejó su relación con el líder del grupo más poderoso del Estado de Jalisco.
Las burdas actitudes trascienden en la información pública y hacen más compleja la operación para el gobierno federal, acotado por la realidad, por las presiones externas y por la inconciencia de los gobiernos locales y municipales.