El Cajititlán idílico de los Franciscanos, escogido por ellos para construir sus templos pequeños, de un solo cañón, sencillos y sobrios, con sus panteones como elemento complementario de la vida de la comunidad, en la que se conjugaban la tradición indígena y el concepto religioso de la evangelización.
En el afán de la congregación mendicante por incorporarse al entorno natural de las comunidades y convivir con la naturaleza, de acuerdo a los cánones de su Santo Patrón.
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MC degrada lago
La realidad actual no puede ser más opuesta a la época de los evangelizadores, quienes conducen las administraciones han contaminado de indolencia y descuido hasta degradar la naturaleza.
Han acabado con la vida y costumbres, con sus paisajes y sus limpias aguas, contaminadas hasta la aberración. Destruyen cualquier manifestación de vida y su concepto de belleza natural.
Los enemigos de ese rincón de Tlajomulco han sido los gobiernos municipales, en especial los de Movimiento Ciudadano (MC) y los desarrolladores inmobiliarios.
La población autóctona y quienes se han integrado a la vida del municipio, están inermes ante los intereses de personajes y organismos que buscan utilidad financiera a cualquier costo.
No les importa que el Obispo Cabañas considerara pasar temporadas de descanso en Cajititlán, disfrutando de la naturaleza y la convivencia con sus habitantes.
En el proceso de transición religiosa y social, con las órdenes religiosas que apoyaban con sus raquíticos recursos la vida de los más desvalidos, con la enseñanza de niñas huérfanas de labores del hogar y la atención de enfermos en paupérrimos hospitales, consolados por la oración y los rezos religiosos.
La vida comunitaria, sus enormes, valiosos y bellos recursos naturales era la compensación de la vida de La Colonia a la pobreza de los habitantes del entorno.
Sin embargo, ahora quienes viven en el entorno del lago de Cajititlán, también eso han perdido, la riqueza de la naturaleza.
Las prácticas expoliatorias sin escrúpulos, los obligan a vivir en el entorno de una cloaca, en que han convertido (gobiernos y negociantes), el lago y su entorno.
Cajititlán, fosa séptica
El valle de Cajititlán alimentado de las aguas que acumula la serranía de Cerro Viejo y como consecuencia la zona lacustre, es ahora una fosa séptica de detritus humanos y desechos industriales.
Las limpias aguas de la Sierra del Madroño, se convierten en aguas negras que alimentan enfermedades y destruyen las fuentes de alimento, la pesca y la agricultura.
En eso ha quedado un valle que fue referente para la comunidad franciscana, que adoptaron en su afán de redimir a los nativos del lugar.
La degradación del lago ha sido permanente en la construcción de fraccionamientos, sin preocuparles el daño que causan los desechos.
Sus aguas son contaminadas destruyendo la vida del lago, sin que autoridad alguna, municipal, estatal o federal se interese en solucionar.
Indolentes e inconscientes se desentienden del problema, antes bien en la primera oportunidad hacen negocios con los mercaderes del subdesarrollo, malbaratan los bienes a costa del entorno, sin importarles el futuro de la comunidad, mucho menos la salud de los vecinos, así sean sus propias familias.
En tanto buscan mantener el control de las administraciones municipales con incondicionales y ascensos en la escalera de la función pública del estado, que premien sus retóricos esfuerzos en beneficio de la sociedad.