El primer debate presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump ha dejado claro que las elecciones de noviembre no solo serán una contienda política, sino una batalla por definir el control del futuro de Estados Unidos.
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Con un aproximado de 67 millones de televidentes atentos, los candidatos expusieron sus visiones de país y su capacidad para liderar una nación profundamente dividida.
La tensión fue palpable desde el inicio, con Harris criticando las controversias que persiguen al expresidente, desde su gestión del ataque al Capitolio hasta su retórica antiinmigrante, así como apelando a la unidad y destacando la necesidad de proteger los derechos civiles.
Trump, fiel a su estilo beligerante, respondió con una retórica incendiaria, reiterando que no reconoce el resultado de las elecciones de 2020 y atacando a Harris y a los demócratas por lo que él considera un
enfoque “radical”.
En una de sus declaraciones sobre el tema migratorio, el expresidente recurrió a un discurso que ya le ha dado réditos en el pasado: criminalización y miedo.
Y continuó alimentando esa narrativa calificando a los inmigrantes como terroristas y traficantes de drogas. Incluso, mencionó que en Ohio, los inmigrantes están comiendo a las mascotas de los habitantes de la localidad de Springfield, en lo que fue uno de los comentarios más polémicos de la noche.
Otro tema crucial fue el aborto. Trump, en su característico estilo de confrontación, comentó que “los demócratas radicales quieren ejecutar bebés recién nacidos” y anunció su intención de someter la legalidad del aborto a votación por estado, lo que provocó una respuesta inmediata de Harris.
La vicepresidenta destacó la importancia de proteger los derechos reproductivos de las mujeres, vinculando este tema con una mayor protección de los derechos civiles y las libertades personales en general.
En cuestión de política exterior, el candidato republicano afirmó que podría haber acabado con la guerra en Ucrania, argumentando que es “respetado por Putin y Zelensky”. Sin embargo, Harris no tardó en señalar lo que consideró un enfoque incoherente por parte de Trump, refiriéndose a sus relaciones con figuras como Kim Jong-un y criticando su falta de compromiso con aliados como la OTAN.
Para su cierre, el expresidente afirmó: “Somos una nación que está en seria decadencia. Se ríen de nosotros en todo el mundo” y cerró sus palabras con una alusión a Biden, “el peor presidente”, y a Harris, “la peor vicepresidenta de la historia”.
Por su parte, la candidata demócrata resaltó dos visiones contrastantes para el futuro del país: “Tenemos visiones diferentes, una enfocada en el futuro y otra enfocada en el pasado […] Yo pretendo ser una presidenta para todos los americanos”.
Sin embargo, lo que ocurra en las próximas semanas será fundamental. Trump ha declarado que no participará en un tercer debate, sentenciándolo así en su red social, Truth Social. Kamala Harris, por su parte, ha insistido en la importancia de otro encuentro: “Le debemos a los votantes otro debate”, declaró.
Este primer encuentro ha sido solo el principio de lo que será una difícil contienda electoral. La nación está en una encrucijada, y el futuro no está claro.
Lo único cierto es que las elecciones de noviembre no solo afectarán a Estados Unidos, sino al mundo entero. México no puede ignorar lo que ocurre en la política estadounidense dada la estrecha relación entre ambas naciones en temas como migración, comercio y seguridad, por mencionar algunos.
Al final, la última palabra la tendrán los votantes en las urnas. Con Trump replegándose y Harris pidiendo más transparencia, los ciudadanos tendrán que decidir entre dos visiones opuestas de lo que debe ser el futuro de Estados Unidos. Un futuro que, para bien o para mal, también nos trastoca como mexicanos.