La inminente legalización del cannabis en México no es solo un acto de justicia social, sino una oportunidad estratégica para el país. México no parte de cero en la protección de productos de origen; su vasta y exitosa experiencia con denominaciones de origen como el tequila y el bacanora le proporciona una ventaja competitiva invaluable.
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El tequila, por ejemplo, es un caso de éxito global en el que la Denominación de Origen (DO) no solo protege el producto de imitaciones, sino que también garantiza la calidad, eleva el prestigio y ha convertido a una bebida regional en un símbolo cultural y económico de México. Este mismo camino, ya probado y perfeccionado, puede ser replicado para el cannabis.
La aplicación de una Denominación de Origen para el cannabis mexicano le otorgaría una identidad única y un sello de autenticidad que lo diferenciaría de inmediato de la producción de otros países.
Esto es especialmente relevante en el mercado de Estados Unidos, donde a nivel federal no existe una regulación de indicaciones geográficas para el cannabis, y la única entidad con un programa de “denominación de origen” es el estado de California. Esta falta de estandarización en los principales mercados de EE. UU. (como Washington, Oregon y Arizona) representa una oportunidad de oro para que México ingrese al mercado global con un producto con una marca ya establecida y blindada legalmente.
Al igual que el tequila está intrínsecamente ligado a una región específica, el cannabis con DO mexicano estaría certificado por su origen, lo que no solo garantiza la calidad y la pureza, sino que también comunica una historia y un legado. Este sello se convierte en una herramienta de marketing poderosa que atrae a los consumidores que buscan productos con integridad y un origen transparente.
El bacanora, por su parte, demuestra la resiliencia de la DO; después de décadas de prohibición, su estatus de protección ayudó a revitalizar una industria que había sido perseguida, proporcionando una hoja de ruta para la revitalización de las regiones de cultivo de cannabis históricamente afectadas por la ilegalidad.
En un mercado global saturado y en constante crecimiento, la Denominación de Origen para el cannabis mexicano es la herramienta que lo elevará por encima de la competencia. No solo es una medida de protección legal contra la piratería y la usurpación, sino que es un activo económico que permite fijar precios más altos y atraer a consumidores de alta gama. Esta estrategia posiciona a México como un líder en la industria, no solo en la producción, sino en la gestión de la calidad y la marca a nivel internacional.
La Superioridad del Terroir mexicano
El concepto de “terroir” es fundamental para entender la superioridad del cannabis mexicano. El terroir se refiere al conjunto de factores naturales y humanos que influyen en el sabor, la calidad y las características únicas de un producto agrícola.
Estos factores incluyen la topografía (altitud, inclinación), el tipo de suelo (minerales, composición), el clima (temperatura, humedad, exposición al sol) y las técnicas de cultivo tradicionales. En resumen, el terroir es la combinación única de ambiente y cultura que le da a un producto su identidad inconfundible. Es lo que hace que un vino de Burdeos sea diferente a un vino de Napa Valley, o que un tequila de Jalisco sea único en su especie.
México, con su vasta geografía y sus microclimas, posee un terroir ideal para el cultivo de cannabis. Las regiones como Sinaloa, Jalisco, Nayarit, Michoacán y Guerrero, que han sido históricamente productoras, ofrecen condiciones que los climas de Estados Unidos no pueden replicar.
El sol intenso, la variedad de altitudes y la riqueza mineral de los suelos de estas regiones son incomparables. Mientras que los climas de Oregon y Washington, con su alta humedad, pueden favorecer el desarrollo de moho, el clima de México es óptimo para el crecimiento de plantas de cannabis fuertes, con una alta concentración de cannabinoides y un perfil de terpenos más complejo y aromático.
La diferencia es clara al comparar los climas. Los estados de EE. UU. como Washington y Oregón tienen un clima más templado y húmedo, lo que exige a los productores un mayor control sobre el ambiente y los expone a riesgos de plagas y hongos.
En contraste, las regiones de cultivo en México, con su sol constante y sus suelos ricos, permiten que las plantas de cannabis se desarrollen de manera más natural, lo que se traduce en un producto de mayor calidad y potencia.
La DO no solo protegería este origen geográfico, sino que también reconocería la experticia de los agricultores que han perfeccionado sus técnicas de cultivo a lo largo de generaciones, es importante destacar que la comparación con los estados de Washington y Oregón, lo es porque el uso del cannabis en esos estados es legal para fines recreativos y medicinales.
La denominación de origen mexicana debe destacar el terroir como su principal ventaja competitiva. Al igual que el café colombiano se distingue por las condiciones de la Sierra Nevada y el café de Chiapas por su clima tropical, el cannabis mexicano debe ser promocionado por su origen. La demanda por productos auténticos, orgánicos y con una historia detrás está en auge. La DO le permitiría a México capitalizar esta tendencia, convirtiendo las condiciones geográficas de su territorio en un activo económico y cultural de valor incalculable.
Beneficios fiscales y la Inversión en Salud Pública
La legalización del cannabis en México no solo generará un nuevo sector económico, sino que también será una fuente de ingresos fiscales que el gobierno puede destinar a servicios de primera necesidad.La experiencia de los estados de EE. UU. muestra que los impuestos aplicados al cannabis son mucho más lucrativos que los de productos como el alcohol y los cigarrillos, lo que se debe a la alta demanda y al precio del producto (Center on Budget and Policy Priorities, 2022).
En un país como México, donde el sector de la salud pública enfrenta un grave desabasto de medicamentos, estos ingresos fiscales pueden ser una solución crucial y sostenible.
Los ingresos generados por los impuestos aplicados al uso recreativo, la comercialización, la distribución y la exportación de cannabis pueden convertirse en el pilar financiero del sistema de salud.
El gobierno mexicano podría crear un fideicomiso o un fondo específico para que los impuestos del cannabis se destinen directamente a la compra de medicamentos, equipos médicos y la mejora de la infraestructura hospitalaria.
La legalización, en este sentido, se convierte en una herramienta para la justicia social, ya que los beneficios económicos de un sector que históricamente ha estado en la sombra se utilizan para resolver uno de los problemas más apremiantes del país.
A diferencia de los impuestos de otros productos agrícolas o de origen, los impuestos sobre el cannabis son considerablemente más altos, lo que garantiza una recaudación sustancial.
Si México se enfoca en la exportación a gran escala, los ingresos fiscales se multiplicarían, permitiendo una inversión aún mayor en la salud pública. Esto no solo ayuda a la población en general, sino que también demuestra que la legalización es una política pública que beneficia a todos los ciudadanos, lo que le da un gran respaldo político y social.
Finalmente, la integración del cannabis en la economía formal de México crea una sinergia entre el sector privado y el público que beneficia a toda la sociedad.
Los impuestos recaudados no solo financiarían la salud, sino que también crearían un círculo virtuoso de inversión, crecimiento económico y desarrollo social.
Al legalizar el cannabis y destinar sus ganancias a resolver la crisis de desabasto de medicamentos, México no solo estaría resolviendo un problema de salud, sino que también estaría estableciendo un modelo de desarrollo económico que podría ser replicado por otros países.