En memoria de Arturo Leyva Lizárraga, hombre de bien y funcionario honesto
El domingo 4 de junio se celebraron elecciones en los estados de México y Coahuila. Los resultados son del dominio público.
En el primero de ellos, el Presidente y su partido lograron colocar al frente del Gobierno a la señora Delfina Gómez, a pesar de los múltiples señalamientos de deshonestidad, las sanciones que le impuso el Tribunal Electoral y la evidente incompetencia que demostró al frente de la Secretaría de Educación Pública.
En Coahuila, se alzó con el triunfo la alianza PRI-PAN-PRD, encabezada por Manuel Jiménez, un joven saltillense, reconocido por su capacidad y conducta. En tanto en el Edomex ganan el Presidente y Morena, en el segundo, lo hace una personalidad cercana al pueblo y distante de los partidos.
Dos reflexiones al respecto: primera, en el Edomex, sólo dos y medio de cada 10 mexiquenses en edad de votar lo hicieron por Delfina, en tanto que, en Coahuila, sólo tres de cada 10 votaron por Manolo. El desinterés de los mexicanos por la política es evidente.
Segunda, en el ciclo fatal de la historia, las cosas cambian para que sigan siendo. Mientras los problemas de la sociedad, lejos de resolverse, se acentúan, cegados y corrompidos por las dádivas del Gobierno, nos alejamos de la modernidad. Frankenstein camina.
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Participación del PRI
Comentario aparte merece la participación del PRI. El tricolor, antes Partido Nacional Revolucionario (PNR), después Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y finalmente PRI, fue el gran instrumento de la revolución triunfante para lograr la pacificación y la modernización del país.
Concluida la lucha armada, fue necesario reconstruir las bases que substituyeran a las del régimen porfirista, destruidas por el movimiento social más importante de siglo XX.
Al PRI se deben las grandes instituciones nacionales y los programas para lograr un jalón importante en el propósito de alcanzar la justicia social.
Sin él, no hubiese habido paz, educación popular, servicios de salud, crecimiento económico, vivienda, ni hubiese sido posible la desmilitarización del país. Pero el PRI no es lo que fue.
En el Edomex, el PRI fue cooptado por el llamado grupo Atlacomulco, cúpula político-empresarial que lo usó para sus propios fines.
En el caso de Coahuila, un grupo político, integrado por distintas corrientes locales, tuvo la capacidad de modernizarlo.
A nivel nacional, el PRI, en cuya membresía persisten valores fundamentales, fue secuestrado, con propósitos de usufructo, por una caterva de políticos ambiciosos.
Por los enormes servicios que el PRI prestó a la nación, es digno de reconocimiento. En el pasado, el PRI cumplió y cumplió bien con México, no así los pillos que lo aprovecharon en beneficio propio.
El PRI, por su compromiso social, debe ser revisado y renovado y, como el Ave Fénix, resurgir de sus cenizas. Construir un México próspero y justo reclama la participación de todos, sin exclusiones.
El próximo año está en nuestras manos elegir a los mejores: “Hagamos política en todo lugar y en todo tiempo”.