La inestabilidad y la incertidumbre que existen en Jalisco, son producto de procesos electorales viciados y alterados por la ausencia de respeto a las reglas electorales. Lo que se traduce en la violación sistemática de todo tipo de normas.
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Siguiendo a Eduardo García Máynez podríamos referirnos a las de convencionalismo social, éticas y
jurídicas.
Si hemos de referirnos a normas de valor universal, podemos hablar de la equidad, también podemos referirnos a la interpretación torcida e interesada por la manipulación mañosa de los partidos políticos y sus personajes, así como de órganos electorales y de justicia, a quienes corresponde su respeto elemental y primario.
Atender a intereses particulares, en lugar de la universalidad de la función jurídica y el respeto a los intereses de una sociedad, que se ha visto burlada sistemáticamente por las prácticas viciadas de los partidos y de quienes manipulan atrás de ellos.
Es evidente que desde los procesos internos la ciudadanía se vio marginada de las decisiones de candidaturas, con la imposición de quienes dirigen de sus incondicionales, vamos no hubo intento alguno de acercarse a las distintas manifestaciones sociales.
Surgieron así personajes que garantizaban los intereses de las corrientes internas, por encima del interés social de buenos gobiernos y administraciones públicas eficientes.
Los electores actuaron condicionados a las propuestas, que de antemano se sabía no responderían a los intereses de una comunidad agraviada durante largos periodos, por ser dirigida y administrada por funcionaros públicos que buscan beneficio personal, de ellos y sus protectores. Ello garantiza la permanencia, eso sí, de añejos vicios que la sociedad lucha vanamente por liberarse.
Somos testigos en Jalisco, de una descarnada lucha por obtener la aprobación de los organismos electorales y de justicia, después de que se obtuvo un voto condicionado a los electores, a propuestas manipuladas de candidaturas, que ahora se ostentan como los detentadores de la Razón y la Justicia.
Se olvidaron los personajes que utilizaron argumentos descorteses para descalificar a sus competidores, que convirtieron los procesos que de origen venían con un grado de descalificación de la ciudadanía, en una lucha de intereses sin escrúpulos, en los que se percibe con claridad la mano de quienes manipulan las candidaturas y su afán de utilidad financiera en potenciales futuras decisiones de función pública.
Somos testigos de una lucha cada vez más clara, más abierta de argumentos vulgares de manipulaciones evidentes, de intereses de control político y de manipulación de los órganos de influencia electoral. Sin recato alguno se disputan decisiones seudo jurídicas, producto de trampas y prácticas que dábamos por superadas hace tiempo y que ahora regresan con amenaza de convertirse en cíclicas manifestaciones de
cinismo electoral.
Con desagrado somos testigos de actitudes de personajes desprestigiados, que se rasgan las vestiduras ante lo que dicen son injusticias, cuando todos las ejercen con descaro. Burlan la voluntad ciudadana al imponer candidaturas, ahora protestan porque desean que los órganos electorales decidan en función de resultados inducidos, con prácticas éticas censurables y la violación pícara de las jurídicas.