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Por el bien ciudadano

Juventud abandonada a su suerte

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Por mucho tiempo en las universidades públicas y en los Institutos de enseñanza superior esparcidos en todo el territorio mexicano, los docentes han encontrado una fuerza opositora a sus enseñanzas, debido esto quizá, entre otras cosas a los movimientos sociales que nublaron principalmente a las sociedades del mundo occidental en las últimas décadas del siglo pasado.

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Los pronunciamientos de la juventud estudiosa en diversos países, habían de estremecer las estructuras de muchos gobiernos, incluyendo las dictaduras de los pueblos suramericanos y las crueles tiranías que sojuzgaban a las naciones, que se encontraban bajo la égida de los ejércitos llamados socialistas.
Después de esos conatos de insurrección y rebeldía de las juventudes, 1960-1970, el mundo ya no habría de ser el mismo, irrumpieron de pronto muchedumbres de jóvenes en todos los campos de la vida y del acontecer tradicional, que antes sólo seguían los dictados del autoritarismo, irrumpieron en la música con sus notas estridentes, abrieron camino a las clases populares para que tuvieran acceso a la educación superior, al arte, a la creación estética, se abrieron paso en los encriptados mundos de la política, hicieron nacer nuevos partidos y asociaciones en las que se incrustaron para buscar algún resquicio donde manifestar sus inquietudes relativos a los asuntos públicos.
Durante mucho tiempo estos vaivenes de la juventud aunque se oían y veían por todos lados, apenas fueron escuchados, se les dio una migaja del poder, ofreciéndoles cargos en la administración pública, se crearon puestos de representación popular en los congresos con las curules plurinominales, y se abrieron nuevas plazas en algunas universidades, pero todo eso no menguó la inquietud de los jóvenes que buscó e insistió en mejores condiciones para su desarrollo social y económico.


Pero la juventud ya no pudo ser engañada, los años parecían haber cicatrizado las heridas de los lustros de aislamiento y subordinación a que había estado sometida, los gobiernos por lo menos en México, no habían aprendido la lección, la generación adulta sigue ostentando el poder político del Estado mediante estratagemas que denotan un doble perfil, por un lado se habla de alentar a la juventud para que se instruya, y se crean medios para canalizar sus talentos, pero por otro lado, los jóvenes no tienen una opción precisa para saber a dónde ocurrir al término de sus estudios, tampoco tienen un lugar en los aparatos del poder público, pues estos, como en los tiempos del virreinato, siguen siendo plazas para los poseedores de apellidos de alcurnia, o para quienes descienden de familias de la aristocracia.

Reclamo

Por otra parte los empleos han perdido su sentido de seguridad, nadie tiene seguro un empleo pues las nuevas disposiciones de la Ley Federal del Trabajo no contemplan esta figura en sus ordenamientos.
No se puede desconocer que el desarrollo vertiginoso de la ciencia y de la tecnología ha dejado atrás a las formas tradicionales de gobierno y tampoco se puede desoír el reclamo de los jóvenes, que considera inútiles las ideas que en el pasado generaron revoluciones, saben que el momento que estamos viviendo es total y esencialmente distinto al de otros tiempos y por lo mismo necesita nuevos caminos por donde transitar, nuevas ideas, nuevos partidos políticos y nuevos dirigentes, porque los actuales son insensibles a los cambios que exigen las sociedades de este tiempo.


La humanidad en general ha iniciado una nueva versión de los procesos revolucionarios, que obviamente requiere de otras dimensiones mentales y de otros hombres, que tengan capacidad para conducirla y llevarla a su nuevo destino.

Es incuestionable que la juventud en la búsqueda de esos nuevos caminos, a falta de empleos o de lugares en las universidades ha acudido a los ámbitos del crimen organizado atraído por las falsas luminosidades que momentáneamente los encandila y los lleva de una forma inevitable al sacrificio de sus vidas.
Los jóvenes saben que en sus lugares de origen, sobre todo en el medio rural, sus padres son desplazados por la ambición de los capos delictivos que requieren de sus tierras para el trasiego o siembra de plantíos ilícitos, saben también que ante las amenazas recibidas diariamente, tienen que emigrar abandonando sus hogares, y de alguna forma los jóvenes son víctimas de la violencia, miles de homicidios y de personas son desaparecidas y encontradas después en fosas clandestinas, ante la capacidad rebasada de los organismos encargados de procurar justicia, pues hasta el momento, no han podido encontrar una solución definitiva a estas calamidades que asolan al país entero, donde la violencia se ha incrustado ya en el seno de la sociedad como una forma más no solo de vida sino de trabajo y manutención.


De acuerdo a las estadísticas de todo tipo y tendencia, son los jóvenes de toda clase social los que integran los grupos delictivos; los que ejercen el trabajo de ejecutores, de vendedores, de aventadores, incluso de lavadores de dinero, y son también de jóvenes en su mayoría los restos humanos encontrados en las fosas clandestinas, en todo lo ancho y largo del territorio nacional.


Algo falló en la estrategia política y social, no sólo de este régimen, sino de todos los que le precedieron, a cuyos balances deberá anotarse el cargo poco honroso de haber perdido y abandonado en aras de sus intereses, el tesoro más valioso de su capital social, la juventud de sus hombres y mujeres.


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Jesus Rodriguez Gurrola

por Jesus Rodríguez Gurrola

Doctor en Letras Románicas en a Universidad Paul Valery de Montpellier, Francia. Profesor huésped de la Universidad de Varsovia, Polonia y de la Universidad de Hamburgo, Alemania Federal. Profesor emérito de la Universidad de Guadalalajara. Columnista durante 28 años de El Occidental.

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