El próximo 5 de noviembre, mientras millones de estadounidenses se dirijan a las urnas para decidir el rumbo de su país, una caravana de alrededor de 5 mil migrantes partirá desde Tapachula, la ciudad con mayor percepción de inseguridad en México, en dirección a la frontera norte.
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Estos migrantes, en su mayoría de Centro y Sudamérica, huyen de la inseguridad, la falta de oportunidades y la violencia en sus países de origen, así como de las condiciones críticas que enfrentan en México.
Y ante la proximidad de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la salida de esta caravana reitera el tema migratorio como uno de los desafíos más persistentes entre ambos países.
En Estados Unidos, la migración se ha consolidado como uno de los asuntos más relevantes para el electorado. Un 33% de los estadounidenses considera la migración como el principal problema a resolver, solo superado por la inflación.
De acuerdo con el Pew Research Center, en este 2024 viven en Estados Unidos alrededor de 47.8 millones de migrantes, de los cuales más de 11 millones se encuentran en condición irregular.
En este sentido, la administración del presidente Biden ha intentado gestionar este fenómeno a través de distintas políticas, como el uso de la aplicación móvil CBP One para agilizar las solicitudes de asilo, o el “parole” humanitario para ciudadanos de ciertos países como Cuba, Venezuela, Haití y Nicaragua.
Sin embargo, hasta mayo de este año, el gobierno ha llevado a cabo más de 6.3 millones de detenciones de migrantes en la frontera, una cifra que supera los registros de las administraciones anteriores.
La actual vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris, ha defendido un enfoque que ella llama “sistema justo y seguro”, en el que se preservan vías legales para los migrantes, aunque también ha propuesto acelerar las expulsiones para aquellos que crucen de manera irregular.
Trump, por su parte, ha puesto la migración en el centro de su campaña con promesas contundentes: Un cierre efectivo de la frontera, la construcción de centros de detención para migrantes y una deportación masiva sin precedentes.
Su propuesta rechaza también el uso de CBP One, una aplicación que él considera una vía para el contrabando, y aboga por la construcción de barreras físicas, retomando su postura a favor de un muro fronterizo.
Aunque la retórica de las campañas pinta a demócratas y republicanos en polos casi opuestos frente a la cuestión migratoria, la historia muestra que ambos partidos han implementado políticas de contención que desdibujan estas líneas divisorias.
Por ejemplo, Barack Obama, quien proyectó una imagen de apertura y empatía, alcanzó un récord de deportaciones, con más de 3 millones de personas expulsadas, en su mayoría mexicanas, mismo hecho que le ganó el apodo de “Deportador en Jefe.”
Por su parte, Donald Trump, pese a su discurso de “mano dura”, deportó menos personas en su primer año que Obama y centró sus esfuerzos en intensificar la seguridad en la frontera. Incluso, su propuesta sobre la construcción del muro fronterizo tiene raíces más profundas, pues fue en realidad el expresidente demócrata Bill Clinton quien en 1994 lanzó la “Operación Guardián”, en la que fueron construidas las primeras vallas divisorias en la frontera sur.
Esta continuidad de enfoques pone en evidencia una política migratoria estadounidense que, sin importar el partido, ha priorizado la contención y el control en sus fronteras. Así, mientras demócratas y republicanos presentan enfoques aparentemente opuestos, ambos comparten una base de estrategias de control que trasciende las ideologías.
Para la caravana que parte de Tapachula en el día de las elecciones, el panorama es incierto. Y esta movilización, coincidiendo con un momento electoral clave, es un recordatorio tangible de que las decisiones políticas en Washington impactan profundamente la vida de miles al sur de su frontera.
El 5 de noviembre se convierte en un punto de inflexión tanto para Estados Unidos como para quienes, en medio de la incertidumbre, ven en su vecino del norte una última oportunidad de estabilidad. La pregunta final será si esta elección trae verdaderos cambios o si, como tantas veces, las promesas se desvanecen al final del camino.