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La fábrica de Atemajac

atemajac fabrica
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Mi madre nació y creció en Atemajac, un pueblo a las orillas de Guadalajara, en realidad por estar al otro lado del rio le pertenece a Zapopan. Actualmente Guadalajara y Zapopan se sienten como uno solo, se puede manejar por la Zona Metropolitana de Guadalajara por horas y no encontrar la diferencia entre Zapopan, Tlaquepaque o la capital.

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Se ha vuelto una masa de autos y edificaciones que poco a poco pierden identidad y se amalgaman en un solo bloque de asfalto, por lo menos los visitantes lo aprecian de ese modo.

No siempre fue así. Me contaba mi padre que su tío abuelo rentaba pantalones a las orillas del rio Atemajac del lado de Zapopan, los indios del pueblo no podían ir a Guadalajara en calzón de manta y como comprar un pantalón se salía del presupuesto diario, rentarlo era la solución.

Las divisiones territoriales en ese momento estaban definidas mentalmente, la concepción del espacio para los zapopanos estaba clara, aquí es Zapopan cruzando el rio es Guadalajara. El tiempo también estaba presente, un viejo silbato de vapor marcaba el día en el pueblo de Atemajac. Sonaba el silbato y se sabía la hora y con ello si era pertinente comer o si estaba por llegar el obrero de la familia a la casa.

El pueblo de Atemajac marcaba sus horarios con el silbato de la antigua fábrica de hilados y tejidos que se estableció a las orillas del rio. Actualmente, dicha fábrica sigue siendo un referente de ubicación y de historia para todo aquel que la conoció en funciones.

Interior fábrica Atemajac

La Fábrica de Atemajac o también llamada Prosperidad Jalisciense, nace en el proceso de industrialización en México que permitió la aparición de los primeros centros fabriles mecanizados en el siglo XIX dedicados al ramo textil.

En estos espacios se concentraba un gran número de trabajadores especializados en operaciones técnicas y producción, los cuales realizaban sus actividades laborales, cotidianas y de vida diaria en un mismo edificio.

La industria de Guadalajara tuvo su auge a mediados del siglo XIX, de este periodo resaltaron las fábricas textiles en las periferias de la ciudad, muchas de estos conjuntos fabriles siguieron en operaciones hasta finales del siglo XX.

El 17 de noviembre de 1840 se protocolizó la Compañía Industrial de Atemajac o también llamada Prosperidad Jalisciense y en torno a ella se funda la Fábrica de Hilados y Tejidos de Atemajac establecida en un terreno comprado a los naturales del pueblo de Atemajac y Zoquipan, este sitio estaba cercano el manantial conocido como Colomitos y se caracterizaba por la existencia de Mezquites y Guamúchiles.

Para el funcionamiento de la maquinaria del complejo se construyó río arriba la presa de Zoquipan aprovechando la confluencia de los ríos Atemajac y Barranca Ancha.

La instauración de esta fábrica no fue una casualidad, pues en México la industrialización tomó un gran auge en el siglo XIX con los primeros intentos de mecanización promovidos en el país principalmente por el Banco de Avío y en Jalisco por algunos empresarios y miembros de las élites económicas, este proceso dejó atrás a los antiguos obrajes textiles y se abrió paso a una industria establecida que aumentó la producción, fomentó el comercio y el empleo y a su vez se promovió la adquisición de maquinaria y tecnología para introducir nuevos procesos productivos en el país.

Instrumentos usados en la fábrica Atemajac

Como resultado de estos cambios en la industria, en Guadalajara se establecieron diversas fabricas: La Escoba, fundada por Manuel Olasagarre en 1841, la ya mencionada Prosperidad Jalisciense, mejor conocida como Fábrica de Atemajac fundada en 1841 por Don José Palomar, ambas dedicadas a la producción de manta, hilaza y pabilo.

En 1866 se fundó otra de las grandes fábricas jaliscienses, La Experiencia, que era propiedad de los señores Manuel Olasagarre, Sotero Prieto y Compañía.

Posteriormente, se fundó la fábrica Río Blanco en 1866, ubicada primero en El Salto y años después trasladada a Zapopan, que se dedicaba a la producción de hilaza y pabilo y era propiedad de los señores Lowere Hermanos.

Estas cuatro fábricas constituían la “gran industria” de esa época y tenían a su alrededor una serie de talleres a los que abastecían de hilo e hilaza.

La fábrica textil se instaló junto al antiguo pueblo de indios Atemajac del Valle, el cual dio el nombre a este conjunto fabril, por este motivo, un porcentaje de los obreros provenían de esta localidad aledaña. Pero los trabajadores no sólo eran del mencionado pueblo, también la instalación de este corredor industrial provocó un fenómeno de migración de lugares como Zoquipan y de otras entidades que buscaban trabajo estable, como el que ofrecía laborar en una empresa de grandes magnitudes.

En 1841 se inició la construcción de la Fábrica Atemajac

En 1841 se inició la construcción de la fábrica de hilados y tejidos La Prosperidad Jalisciense, la cual comenzó a trabajar en 1843, el mismo año que La Escoba.

Además, entre sus iniciadores se encontraba la notable presencia de José Palomar y personalidades
en la junta directiva de apellidos como Corcuera y Salmellera, familias destacadas de la Guadalajara de siglo XIX. Esta fábrica se conformó como colonia industrial y, por lo tanto, contaba con viviendas para sus trabajadores.

La primera piedra del edificio se puso el 18 de octubre de 1841 y la obra se realizó bajo la dirección del ingeniero Carlos Halbrook. La producción anual llegó a alcanzar, en sus inicios 134 mil 40 kilogramos de mantas, hilazas y pabilo.

Su mercado se extendía a Michoacán, Guanajuato, Zacatecas y San Luis. Cercana a la planta textil se ubicaba una fábrica de papel, El Batán, la cual consumía de 30 mil a 50 mil arrobas anuales de materia prima (una arroba equivale a 11.5 kilogramos) y producía 80 mil 100 resmas anuales (una resma equivale a 500 pliegos de papel).

Los productos de esta fábrica eran bien valorados en diversas partes del país, lo que propició que se obtuvieran diversos premios nacionales.

La política laboral de los dueños de la fábrica de Atemajac, y las fábricas vecinas, era la de proporcionar trabajo y vivienda a sus obreros, creando así espacios donde se concentraba un gran número de trabajadores que se especializaban en actividades técnicas y de producción, pero a su vez convivían en las actividades cotidianas y de vida diaria en un mismo edificio, creando así las primeras generaciones obreras.

Estas fueron medidas tomadas para el control y protección de los trabajadores y de sus familias donde se tiene como prioridad inculcar a los obreros el sistema de fábrica y el ritmo de trabajo industrial siendo un sistema que se replicó a lo largo y ancho del país en los diversos centros fabriles, creando lo que conocemos como “Colonias Industriales”.

Según describe Benjamín Chapa, las colonias industriales establecidas en Jalisco se asentaron donde había posibilidad de encontrar fuerza hídrica, también establecerse no muy lejos de la capital del Estado para aprovechar los servicios urbanos, pero no muy cerca para evitar distracciones.

En el caso de La Fábrica de Atemajac, alrededor del conjunto fabril se encontraba un teatro, un club deportivo, centros religiosos, escuela, biblioteca, centro de salud y viviendas de los trabajadores las cuales se denominaron coloquialmente como “las cuadritas”, que, aun después de décadas de cerrada la fábrica, siguen viviendo en la zona un gran número de ex obreros y sus familias.

Club Deportivo Occidente

Todo esto para el esparcimiento y recreación de los obreros en un mismo conjunto formando en la colectividad una “cultura obrera” que Ventura Rodríguez describe como “el conjunto de hábitos, costumbres, comportamientos, tradiciones, sentimientos, aspiraciones y símbolos que generan identidad en ese sector a partir de experiencias de vida y trabajo comunes”.

Este sector representa a varias generaciones que heredaron el oficio de la industria textil, pues era común, que el hijo de un obrero ingresara a trabajar en la misma fábrica después de solicitarlo por escrito. Así lo expresan las peticiones escritas que se conservan en el archivo histórico de la fábrica de Atemajac.

Según nos relató en entrevista Don Hugo Arroyo, quien fuera líder sindical de los obreros de la fábrica a finales de 1980, para 1992 que la empresa textil cerró sus puertas debido al litigio motivado por los obreros en contra de los dueños de la fábrica, el grupo empresarial judío SaBa, últimos dueños de la misma.

Estos perdieron la posesión de la empresa tras el fallo de un juez quien, motivado por la falta de pago a los trabajadores y diversas condiciones laborales desfavorables, declinó a favor de los obreros dándoles posesión de las instalaciones para hacer el pago de sueldos caídos.

Los símbolos y anclas de la memoria del patrimonio industrial permanecen en la tradición oral de los ex obreros textiles siendo testigos que no olvidan y reafirman la identidad de la cultura obrera de Guadalajara.

En el barrio de la Fábrica de Atemajac, aún se recuerda la vida en la industria textil y las actividades lúdicas que formaron varias generaciones de músicos y deportistas, como el afamado “Club Deportivo Occidente”.

También, se encuentra en la memoria de los vecinos, el sonido del silbato que marcaba los horarios
laborales, el aroma del aceite de coco que lubricaba los pabilos o los esperados festejos patrios que eran la mayor fiesta de la comunidad. Se observan aún al cruce de las avenidas Federalismo y Patria parte de los antiguos edificios fabriles que hoy conforman un centro comercial y en estos, podemos observar las huellas materiales del pasado como fieles testigos de la tradición hilandera de Guadalajara.


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Anali Pérez Gallo

por Anali Perez Gallo

Licenciada en Historia y en Derecho por la Universidad de Guadalajara. Cuenta con un diplomado en "Historia del Arte Sacro" por la Universidad Pontificia de México

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