Como lo afirma Alicia García Vázquez Directora del Centro INAH, Jalisco, en la nota introductoria que da cuerpo al trabajo de investigación del Dr. Luis Ignacio Gómez Arriola texto que lleva el mismo título del presente artículo.
“El descubrimiento realizado por un grupo de soldados españoles encabezados por el capitán Juan de Tolosa de las “Minas ricas de los Zacatecas” el año de 1546, propició la urgencia de contar con un camino de acceso rápido y seguro, hacia la ciudad de México” a donde serían transportados los minerales extraídos.
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El Camino Real de Tierra Adentro como así se le llamó a esta empresa de conquista, “cruza por el actual Estado de Jalisco a través de dos rutas o ramales de alto valor histórico. El más antiguo está vinculado con la Ruta de la Plata. Pasa por la esquina nororiental del estado, justo por donde se juntan los actuales estados de Jalisco, Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas, Cruzando por la población de Ojuelos de Jalisco en la ruta de la ciudad de San Miguel Allende”, rumbo a Zacatecas”.
“El otro ramal, consolidado posteriormente mantiene aún hoy un carácter netamente comercial cruza el estado entrando por la ruta a la ciudad de León, toca la ciudad de Lagos de Moreno y la población de Encarnación de Díaz rumbo a Aguascalientes y Zacatecas”.
Ambos ramales se iniciaron con el objeto de transportar la plata que se extraía de los yacimientos que se encontraban tierras adentro de la Colonia Española. Pero Las minas de Zacatecas estaban muy alejadas de los territorios que se iban pacificando, así que con el tiempo muchos integrantes de la tropa decidieron radicar en los terrenos que iban conquistando.
Nacen Los Altos de Jalisco
De esta forma, a la vera de este camino nacieron los principales pueblos de lo que hoy se conoce como “Los Altos de Jalisco”, así como también surgieron a la vida otras comunidades que con el tiempo se asentaron paralelamente a los pueblos “alteños”.
El Camino Real de Tierra Adentro ha sido en consecuencia el creador de estas poblaciones, los soldados y acompañantes de aquellos pioneros al quedarse a radicar en estos lares contribuyeron con el apego y mantenimiento a sus costumbres y tradiciones “navarras” a darle existencia a diversos ritos y signos que son ahora emblemas de la nacionalidad mexicana.
Sus principales íconos se encuentran hoy plasmadas en las diversas manifestaciones del arte y la cultura en general del país, en novelas y películas, cuentos, obras de teatro, canciones, corridos, pinturas, murales, alfarería, orfebrería, labrado de cantera. En sus territorios se han forjado también actrices y actores de cine, intelectuales, poetas y escritores.
Estas manifestaciones definen a grandes rasgos la personalidad de la población de “Los Altos” profundamente conservadora, a diferencia de las cualidades y características de otras comunidades de la nación mexicana. Su comida, su vestuario, y sobre todo su profunda vinculación con sus creencias son apenas algunas de sus más visibles características.
Violencia en Los Altos
No se puede decir, sin embargo, que esta región ha estado exenta de violencia, que es una población que desconoce el apasionamiento y la vehemencia, pues aquí se produjeron las más intensas batallas de la “guerra cristera”, aquí mismo los ejércitos campesinos de la revolución de 1910, reclutaron a cientos, tal vez miles de soldados y algunos caudillos que fortalecieron las tropas de la contienda revolucionaria.
Por mucho tiempo, los Altos de Jalisco permanecieron en silencio, las querellas se disolvían estoicamente, cuando se suscitaban los diferendos que ocasionaban muertes, en las corridas de toros, en las carreras parejeras, en los palenques, en las fiestas “patronales”, en las bodas, pero cuando esto sucedía, se oía decir a los abuelos. ¡Nada de policías! Esto lo arreglamos nosotros.
Y sí, aparecían de pronto los “justicieros”, especie de ejecutores, de criminales al servicio del mejor postor, eran los asesinos a sueldo que pululaban en las haciendas o deambulaban por los caminos en espera de ser contratados para llevar a cabo “algún encargo”. Así se vivía en los Altos.
Pero ahora la violencia ha rebasado la tradición, se ha perdido la paz, en los basureros aparecen mutilados o calcinados los cuerpos humanos, lo mismo de campesinos, como de estudiantes, de amas de casa, seres que quizá no fueron victimados en la región, pero aquí se encuentran sus cuerpos en las fosas comunes, de las tranquilas calles desaparecen mujeres y hombres.
La población ahora tiene miedo de salir a sus fiestas, de cruzar incluso las avenidas, los templos se han llenado de ciudadanos que imploran la paz, que ruegan por sus seres queridos, que un día salieron de sus hogares para asistir a un convivio y no volvieron.
México no se merece esto. La paz es un imperativo que no debe olvidarse, que no es moneda de cambio, que no debe confundirse con ningún slogan de campaña, con ninguna promesa, ningún camino nos conduce a lograr la paz, ni el cambio de gobiernos, ni el cambio de jerarcas, ni las siglas mágicas de los próceres, que no nos engañen, pues NO HAY CAMINO PARA LA PAZ, LA PAZ ES EL CAMINO. Mahatma Gandhi.
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