Versiones periodísticas y declaraciones oscuras del gobernador de Jalisco, han inducido a pensar que habrá cambios de funcionarios en las carteras estatales. Lo que ha despertado una serie de especulaciones, que obviamente no resuelven el interés de la ciudadanía y que las experiencias tradicionales no inducen a esperar resultados positivos.
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Aunque se disfracen las intenciones reales de los supuestos cambios, estos sucederían por tres razones básicas, porque se les ve con desconfianza, por la falta de resultados o porque fueron impuestos por el gobernador saliente. Aunque en algunos casos el mismo funcionario absorbe las tres características.
Incluso los resultados electorales que llevaron a Lemus al Gobierno del Estado nos mostraron la pobreza de ambos equipos, el de Movimiento Ciudadano y el de Morena, que necesariamente se trasladó a quienes obtuvieron el triunfo, como un equipo de trabajo menos que mediano.
Si bien Lemus se mostró en su inicio como candidato a puestos públicos con mejores expectativas frente a los gobiernos anteriores por su perfil empresarial, no logró los resultados que quienes votaron esperaban.
Sus criticas ásperas a Aristóteles Sandoval, en especial en lo referente a sus procesos de adquisiciones, al final quedaron en el mismo nivel de oscuridad que sus actuaciones y con tufo de negocios.
En varios aspectos, en especial el que favorece a las inmobiliarias, superó a las actuaciones de Ramiro Hernández y Enrique Alfaro en Guadalajara, como ahora a Aristóteles Sandoval y a Enrique Alfaro en el Gobierno del Estado, se acerca peligrosamente a la imagen que adquiere la ciudadanía, de privilegiar la inversión pública con olor a constructoras.
Del tema de seguridad publica tampoco sale bien librado, que al decir de sus críticos sus órganos de prevención y de procuración de justicia evaden los temas relacionados con la delincuencia organizada, dejando la sensación de complicidad, si no del gobierno en sí, cuando menos de las áreas que debieran prevenirlo y perseguirlo.
Nadie se hace demasiadas ilusiones de que los supuestos cambios mejoren en eficiencia y en honestidad a los actuales funcionarios, ya que se espera que el orden en que se tomen las decisiones sería primero los de confianza que garanticen las decisiones que el titular tome, en segundo buscar un mínimo de eficiencia y tercero satisfacer las recomendaciones que pudieran surgir de su antecesor.
Siguiendo esa lógica, seguiremos viendo a personajes grises, surgidos de los gobiernos que dirigió en Zapopan y Guadalajara, con prioridades desconcertantes en la lógica administrativa, que perseguiría alguien formado en el mundo empresarial.
Dichas decisiones, actitudes, inseguridades y toma de decisiones contradictorias, fortalecen las críticas de la oposición de no brindar lo que la sociedad exige y que emiten señales de generar negocios, antes que satisfacer la necesidad de la ciudadanía y que desesperadamente espera.
La confiabilidad que buscaría Lemus no responde a las expectativas de los jaliscienses, la eficiencia estará condicionada a otros criterios y no el esperado por los habitantes de Jalisco y los compromisos con Alfaro, tampoco corresponden a una administración eficiente.