No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla, aquí estamos, iniciando un nuevo ciclo en la historia política de nuestro país, el país de todos, sin exclusiones: el México tuyo y mío, el México eterno.
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Lo que algunas febriles mentes suponían para siempre, hoy ya no lo es, aunque de momento se le parezca. Quienes se asumieron gobernando el futuro, hoy son parte del pasado. Aquellos que se erigieron jueces impolutos tendrán que enfrentar el tribunal del tiempo.
Es muy pronto para ello; Cronos, paciente e implacable, esperará. Clío, maestra inequívoca, nos recuerda que a quienes los dioses quieren humillar los revisten de soberbia.
Imagino al prócer, que todopoderoso recorrió, durante muchos años, los caminos nacionales, topando con pared en el rancho que hoy es su única realidad. Aun cuando seguramente dispone de muchos de los privilegios del poder, ya no es el presidente.
La banda tricolor y la silla maldita han dejado de ser parte de sus utilitarios. Ya no es el jefe máximo de las fuerzas armadas. Aquel que se soñó el mejor presidente de la República, ahora solo es un ciudadano más.
La cortesanía de la sucesora, que así lo calificó, al conocer las tripas del poder, tendrá tiempo para cambiar de opinión.
Por nuestra parte, hay que alejarnos de los mensajes tóxicos, de la omnipresencia de quienes ejercen el poder, de los proyectos absurdos y del voluntarismo incontenible. El futuro es nuestro.
En los meses próximos habrá, inevitablemente, una reproducción de los patrones en los que fue formada la presidenta Claudia Sheinbaum. Poco a poco tendrá que ir revelando su propia personalidad y sus pensamientos verdaderos. Dejará de repetir los estribillos aprendidos y definirá quién es.
Sufrirá los embates de sus compañeros de partido, el primero, de su líder moral. Será presionada por todo tipo de intereses, llorará en la soledad la incomprensión de aquellos que quieren imponer su voluntad por encima de las pretensiones del “pueblo bueno” que, entre paréntesis, espera mayores subsidios a cambio de su incondicionalidad.
La presidencia es una pesada carga de la que todos quieren algo y la presidenta está obligada a obsequiar los deseos de los poderosos, de dentro y de fuera. Si no lo hace así, ya se atendrá a las consecuencias.
El primer valladar es su variopinto gabinete. Por lo pronto, envuelta en la parafernalia de los sahumerios, después de la achicharrada que le dieron los chamanes para recordarle su sangre y pasado indígena, la presidenta recogió la banda de las manos cadavéricas de doña Ifigenia e inició su peregrinaje en Guerrero, acompañada de los “ilustres” gobernantes de esa sufrida Entidad.
Nadie, con sano juicio, desea males a una empresa de cuyo destino forma parte. Por el bien de la nación, debemos, con recta intención, hacer lo que nos corresponda, más aún, cuando por su condición de mujer, hay quienes desean que la presidenta fracase.
Su formación académica y desempeño en la administración pública son los mejores augurios. Buen viaje y la mejor de las suertes.
Feliz 107 aniversario a El Informador, nuestro diario. .