Son las 18:00 horas de un jueves en la estación Vallarta de “Mi Macro Periférico”, el sistema de BRT motivo de orgullo del gobierno estatal.
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En las primeras dos puertas de grueso cristal siempre abiertas –se suponía que se abrieran automáticamente sólo cuando llegaran los autobuses–, la gente se agolpa para abordar una unidad.
Es un ejercicio de equilibrio y resistencia para los que se encuentran en la orilla de la plataforma donde arriba el pesado camión.
Decenas de usuarios, hombres y mujeres, empujan con todas sus fuerzas para avanzar entre la masa de cuerpos de trabajadores o estudiantes que pretende subir.
Los que están hasta el frente, se sostienen a duras penas para no caer a la vía confinada por donde circula el vehículo y emplean toda su fuerza para contener a los que empujan.
Son la troncal T 01 que va de la carretera a Chapala a Barranca de Huentitán y la T 02, de Chapalita Inn a Barranca de Huentitán, las que esperan en esas dos puertas.
Un autobús llega de pronto. Las puertas en forma forzada comienzan a abrirse, llevándose en la maniobra brazos, piernas y hasta rostros de los pasajeros que como sardinas ya viajan en la unidad.
En ese sitio baja un joven que luchó con fiereza para abrirse espacio en la estación para poder descender, mientras una marea humana comienza a empujar con fuerza para subir.
Hay tres afortunados que burlaron el torniquete de las puertas y abordaron. Pero las hojas no cierran. Un intento. El segundo. Y uno de los que había conseguido treparse, tiene que darse por vencido y bajar, para que puedan cerrarse y el camión avanzar por el periférico.
Tras las pesadas puertas, se alcanza a ver rostros untados en el cristal, gente aplastada, lo que hace imposible cumplir con el letrero de no recargarse en las puertas.
En la estación ha llegado más gente y la montaña humana crece. Tres, cuatro intentos más, la historia se repite para los que pueden colarse en los autobuses, troncal T 01 y T 02. Algún trabajador comenta que eso es todos los días. Que hay ocasiones que se llevan dos horas en poder sortear el embudo y subirse al pesado vehículo.
La aventura extrema de Mi Macro Periférico no termina en la estación. A bordo de la unidad, pegado en las puertas, la presión parece a punto de romper alguna costilla. No hay espacio para ser caballero. Hombres y mujeres están atrapados en la misma lata.
Bajar en una estación ahora es el nuevo reto. Entre la presión para mover a los que tapan la puerta y vencer la resistencia de los que intentan abordar.
Una vez que el pasajero ha conseguido llegar a su destino cinco o seis estaciones más adelante, siente que la sangre vuelve al cuerpo y aprecia el oxígeno como si fuera un tránsfuga del covid 19.
El sistema del Macrobús que requirió de una inversión de casi nueve mil millones de pesos, es cuestionado por los usuarios por robos constantes, fallas en elevadores, carencia de unidades, largas esperas y autobuses congestionados.
Pese a todo, el sistema señala que Mi Macro Periférico es “integral, eficiente, sustentable, seguro e incluyente”.
Y en un episodio surrealista, el gobierno estatal presume todos los premios que ha ganado este sistema colectivo de transporte: en 2024, BRT Plata, donde destaca el diseño, servicio y compromiso con el medio ambiente; premio 2023 al transporte sostenible y tres premios otorgados por CEMEX en 2022 en distintas categorías.
Por cierto, CEMEX, la empresa q ue premió al polémico sistema de transporte, obtuvo dos contratos para colocar concreto hidráulico en el periférico por más de mil millones de pesos.
La superficie de concreto colocada por la compañía que subcontrató a otras empresas de Jalisco, sirvió para dejar la superficie lista para que corriera por ahí Mi Macro Periférico, que ahora crecerá hasta Tonalá y que tendrá una conexión con un tren eléctrico que vendrá de Tlajomulco.
(Lo invito a que me lea, escuche y vea en www.paraleloveinte.com).
*Columna publicada en https://www.milenio.com/opinion/carlos-martinez-macias/sin-pedir-audiencia/mi-macro-periferico-experiencia-extrema