La plataforma de streaming ViX estrenará el 22 de septiembre la serie “PRI: Crónica del Fin”, un título que resuena con la realidad que muchos perciben al encontrarse, al borde de la extinción, pero en medio de esta crisis, la figura de un exlíder emerge con renovada relevancia: Carlos Salinas de Gortari.
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La serie lo coloca en el centro del debate, y su presencia, aún lúcida y vigorosa, invita a una reflexión crucial: ¿Podría su regreso a la vida política ser la clave para la reconstrucción del partido que ayudó a forjar?
La narrativa política actual en México está dominada por un oficialismo que se presenta como la encarnación de la moralidad y la lucha contra la corrupción. Sin embargo, esta narrativa se desmorona ante los escándalos que han salpicado a la administración actual.
Casos como el del “huachicol fiscal”, una red de contrabando de combustible que involucró a funcionarios de alto nivel, o la polémica en torno a los negocios y propiedades de los hijos de Andrés Manuel López Obrador, conocidos como “la casa gris”, contradicen el discurso de rectitud.
La llamada “barredora”, o la falta de transparencia en la contratación de empresas por parte del gobierno, son ejemplos de una corrupción que no ha desaparecido, sino que ha mutado. Estos escándalos, sumados a la falta de crecimiento económico y la escalada de la violencia a niveles nunca vistos, presentan un panorama desolador que la administración de Salinas no padeció en la misma escala.
El regreso de Salinas al PRI para reconstruirlo sería, de hecho, cumplir la voluntad de su alumno más brillante, Luis Donaldo Colosio. Colosio no era solo un aliado político, sino el candidato que Salinas eligió para suplirlo, con la visión de que llevara a México al siglo XXI con rumbo y responsabilidad.
Con una figura lúcida, experimentada y con una visión clara, Salinas podría revitalizar al PRI y construir una alternativa sólida, ofreciendo una esperanza a un país que anhela un rumbo distinto. El regreso del pasado para construir el futuro es, sin duda, la jugada más audaz que el PRI podría hacer, y la única que podría cumplir con el legado de Colosio.
Tratado de Libre Comercio
El sexenio de Carlos Salinas de Gortari tuvo luces y sombras, pero no se puede negar que fue un periodo de bonanza económica para México. La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) abrió las puertas a una prosperidad sin precedentes, atrayendo la inversión extranjera y modernizando la industria nacional. Este contraste con la situación actual, donde la economía apenas crece y la inversión se estanca, resalta la capacidad de liderazgo económico de Salinas.
Además, es fundamental abordar el punto más controvertido de su legado: las acusaciones en su contra por los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu. A pesar de las teorías de conspiración, nunca se pudo comprobar su responsabilidad en estos crímenes.
En el terreno judicial, la inocencia prevaleció, y en el debate público es necesario recalcar que estas acusaciones son, hasta ahora, solo mitos. Destacar este hecho no solo limpia su imagen, sino que también desarma a los adversarios políticos que buscan descalificarlo.
Morena
El regreso de Carlos Salinas de Gortari a la vida política como presidente nacional del PRI no solo sería un revulsivo para un partido en crisis, sino que tendría un impacto demoledor para el oficialismo de Morena de cara al 2030.
Salinas es la figura política más odiada por la izquierda mexicana, el némesis de Andrés Manuel López Obrador, y su retorno a la arena política obligaría a Morena a enfrentar su pasado y su presente.
Con una figura lucida, experimentada y con una visión clara, Salinas podría revitalizar al PRI y construir una alternativa sólida. Mientras Morena no tiene figuras políticas fuertes y carismáticas de cara a las próximas elecciones, el PRI podría empezar a construir un proyecto de largo plazo.
Este proyecto, bajo el liderazgo de Salinas, no solo reviviría el partido, sino que también ofrecería una esperanza a un país que anhela un rumbo distinto. El regreso del pasado para construir el futuro es, sin duda, la jugada más audaz que el PRI podría hacer.
El regreso de Carlos Salinas de Gortari a la vida política del PRI no sería un simple ejercicio de nostalgia, sino una estrategia audaz para construir el futuro del partido. Su figura, la que ha generado mayor encono históricamente por parte del oficialismo, es precisamente la clave para sacudir la inercia y revitalizar al priismo.
El objetivo de Salinas no debe ser el protagonismo personal, sino el de ser un “arquitecto” de líderes, un mentor que ponga su vasta experiencia y conocimiento de la política mexicana al servicio de las nuevas generaciones.
Su tarea más importante será la de identificar, capacitar e impulsar a jóvenes con talento, ideas frescas y un compromiso genuino con el país. Estos nuevos cuadros, formados bajo la tutela de quien fue el último gran estratega del PRI, serían los encargados de llevar a cabo una reforma profunda en todas las estructuras del partido, para que este vuelva a ser una opción atractiva y relevante para los votantes, empezando por las elecciones intermedias de 2027.
La construcción de un liderazgo joven y renovado, bajo la guía de Salinas, sería el antídoto perfecto al populismo de la 4T. Con un proyecto que combine la visión global y de crecimiento económico del salinismo con las ideas del siglo XXI, el PRI podría convertirse en una alternativa real, tanto para las elecciones de 2027 como para las presidenciales de 2030.
Salinas, al ser el némesis de la izquierda, puede capitalizar la animadversión que le tienen para movilizar a las bases priístas y atraer a los electores que están desilusionados con el actual gobierno.
Su experiencia en el manejo de crisis, en la negociación de acuerdos internacionales y en la construcción de consensos, sería el motor que impulse la formación de estos nuevos líderes, quienes, con su energía y propuestas, podrán ofrecer a México un rumbo distinto, de cara a un futuro más prometedor.
Las elecciones de 1988, que vieron a Carlos Salinas de Gortari alzarse con la presidencia, son uno de los momentos más polémicos de la historia contemporánea de México.
A pesar de que la narrativa popular y la izquierda han insistido en un fraude electoral, la realidad es que las acusaciones nunca se pudieron comprobar en un tribunal. Enfrente de Salinas se encontraban las figuras de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, ex-priistas que habían abandonado el partido para formar el Frente Democrático Nacional.
Su derrota en las urnas, más allá de la controversia, tuvo una consecuencia histórica: el triunfo de un proyecto de nación que se oponía radicalmente a la visión de la izquierda. De haber ganado, su línea política, que hoy es la base de la actual 4T, habría evitado la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, lo que habría dejado a México sin la herramienta clave para salir de la grave crisis económica heredada del sexenio de Miguel de la Madrid.
La importancia del TLCAN no puede ser subestimada. Fue la llave que permitió a México escapar de la crisis económica y entrar en el selecto grupo de las naciones con economías abiertas. Este tratado impulsó la inversión extranjera, modernizó la industria, y generó un crecimiento económico que, a pesar de sus imperfecciones, fue vital para la estabilidad del país.
Es la prueba viviente del éxito de la visión de Salinas. Si el tratado no hubiera sido tan valioso, el régimen de la 4T, con su ideología anti-neoliberal, lo habría cancelado sin dudarlo. Sin embargo, en lugar de cancelarlo, Andrés Manuel López Obrador y ahora Claudia Sheinbaum optaron por renegociarlo y renombrarlo como el T-MEC, reconociendo implícitamente que la estructura económica del país es dependiente de este acuerdo.
El legado de Carlos Salinas de Gortari es vasto y complejo, pero el TLCAN destaca como su mayor logro. El tratado no solo fue un hito económico, sino un símbolo de la modernización de México y su integración en el mundo.
Fue la culminación de un sexenio que, a pesar de sus escándalos y controversias, transformó a México. Es por esta razón que la figura de Salinas sigue siendo relevante. Su visión de crecimiento, disciplina fiscal y apertura comercial es precisamente lo que el país necesita hoy, y lo que el PRI podría ofrecer de nuevo a través de la formación de una nueva generación de líderes. Con el liderazgo de Salinas, el partido podría posicionarse como la alternativa al estancamiento económico y la falta de rumbo que aquejan a la nación en la actualidad.
Para entender el valor de la visión económica de Carlos Salinas, es fundamental ir más allá de los mitos políticos. Su sexenio no solo se caracterizó por la firma del TLCAN, sino por una serie de reformas estructurales profundas que sentaron las bases para una economía moderna y abierta.
Una de las primeras acciones fue el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico (PECE), un acuerdo tripartito entre gobierno, empresarios y sindicatos que logró controlar la inflación galopante, un problema crónico que había minado la economía mexicana durante décadas. En 1987, la inflación anual alcanzó el 159%, una cifra insostenible. Gracias a la disciplina fiscal del PECE, la inflación se redujo drásticamente a un 7% en 1994, demostrando la capacidad del gobierno para generar certidumbre y estabilidad.
La crítica más recurrente al gobierno de Carlos Salinas de Gortari, especialmente por la izquierda, ha sido la supuesta corrupción en el proceso de privatización de empresas paraestatales. El caso de Teléfonos de México (Telmex) es el más emblemático: se argumenta que la empresa se vendió a un precio bajo a un grupo selecto de empresarios, favoreciendo a los amigos del presidente.
Adicionalmente, se señala la fuga de capitales que se dio al final de su sexenio, lo que contribuyó a la crisis de 1994. Si bien estos eventos generaron un enorme debate, se inscribieron en una lógica de privatización y apertura económica que, guste o no, transformó a México.
Los escándalos de esa época, aunque graves, no se comparan con la descarada y sistemática corrupción que se ha visto en el actual régimen, que ha erosionado la confianza en las instituciones.
La figura de Carlos Salinas de Gortari es el talón de Aquiles de la izquierda en México, toda vez que fue el arquitecto de la modernidad mexicana; este sobrenombre destaca sus logros más allá de la polémica.
Mientras la izquierda ha intentado simplificar su figura a la de un villano, este título lo eleva a un estratega y visionario que sentó las bases de la economía actual. Ya que su visión genero la apertura comercial, la disciplina económica y la privatización. Su regreso a la política no sería un simple movimiento; sería un terremoto político que sacudiría a la 4T hasta sus cimientos.
Morena ha construido gran parte de su narrativa y su identidad en la demonización del salinismo. El regreso de Salinas obligaría a la izquierda a confrontar no solo su pasado, sino también su fracaso en materia de seguridad, economía y, paradójicamente, corrupción.
El regreso de Salinas al PRI para reconstruirlo sería un golpe de audacia y estrategia que la izquierda jamás esperaría. Su figura, la más odiada por el oficialismo, es la única que tiene la fuerza para unificar a una oposición fragmentada y para ofrecer un proyecto de nación que represente la antítesis del estancamiento y la violencia que se viven hoy.
El retorno del pasado para construir el futuro, de la mano de la juventud, sería la respuesta contundente del PRI al fracaso del gobierno actual, demostrando que el partido no está muerto, sino que se está reconfigurando para volver a ser una fuerza dominante.
La oposición en México se encuentra en un estado de profunda división. A pesar de la desilusión con el actual gobierno, los partidos como el PRI, el PAN, y Movimiento Ciudadano; han demostrado una incapacidad para formar un frente común sólido.
El regreso de Carlos Salinas de Gortari al PRI podría cambiar radicalmente esta dinámica. Su figura, por su peso histórico y su antagonismo con el oficialismo, es la única que tiene el potencial de obligar a la oposición a dejar de lado sus diferencias y unificarse en torno a un objetivo común: detener el avance de la 4T.
Salinas no solo representa un proyecto de nación alternativo, sino que simboliza la era que la izquierda ha demonizado por años. Capitalizar la animadversión que le tienen los líderes de Morena y sus bases sería la jugada maestra para unificar a los votantes descontentos.
Un PRI revitalizado bajo el liderazgo de Salinas podría convertirse en el eje de una gran coalición opositora. Su experiencia en la negociación y en la construcción de acuerdos políticos sería invaluable para tender puentes entre los diferentes partidos.
La unificación de la oposición ya no sería un acto de conveniencia, sino una necesidad estratégica para enfrentar a un oficialismo que se ha fortalecido en la fragmentación de sus adversarios.
Salinas, como el “arquitecto” de un nuevo frente, podría articular una agenda común centrada en el crecimiento económico, la seguridad y el fortalecimiento institucional, que se opondría directamente a la política de austeridad y asistencialismo del gobierno actual. Su regreso a la política, por más polémico que sea, podría ser la chispa que encienda un movimiento de unificación que hoy parece imposible.