Hay, en la confluencia de las avenidas Las Américas y Montevideo, un viejo puente por el que diariamente circulan miles de vehículos. Yo, personalmente, hago uso de él en mis traslados cotidianos. Fue construido en 1790 para facilitar el acceso de los romeros que, desde 1734, acompañan cada año a la Virgen de Zapopan en el regreso a su santuario. El citado accesorio urbano tiene en servicio más de 200 años y no parece que el peso del tiempo haya dañado su estructura o alterado su funcionalidad.
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La reflexión viene a cuento porque la insuficiencia para desahogar el tráfico que sufre la ciudad en algunas de sus vialidades más importantes es consecuencia de múltiples factores.
Evidentemente, unos de los más relevantes es la voracidad de los inversionistas inmobiliarios y la incuria de algunas autoridades que “facilitaron” la sobreexplotación del suelo urbano y la invasión de espacios destinados a resolver los retos del futuro.
Otro, es la desaparición de instituciones intermedias que apoyaban en la orientación, regulación y el desarrollo de la ciudad; como el Plan Lerma-Chapala-Santiago, la Junta General de Planeación y Urbanización o la Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material de Guadalajara.
Estos eran organismos -el primero eminentemente técnico y los otros integrados por representantes de las organizaciones de empresarios, comerciantes, sindicatos y gobierno- que hacían posible inducir el crecimiento de la metrópoli para lograr su desarrollo armónico.
Hay que añadir un factor importantísimo: la participación de los ciudadanos, quienes, a través del Consejo de Colaboración Municipal, financiaron, entre muchas obras, la pavimentación con concreto de la Av. Dr. Roberto Michel y, aún hoy, continúan apoyando el mejoramiento de sus comunidades.
Resulta oportuno recordar que obras como la avenida Patria se hicieron por plusvalía (derrama de los costos entre los beneficiados directamente por las obras).
Es obvio que el crecimiento de la mancha urbana es inevitable. La ciudad de Guadalajara ha desbordado sus límites y se ha desparramado, literalmente, sobre los municipios vecinos con los que hoy constituye una unidad, hecho que exige políticas públicas que implican a los involucrados directamente en la solución de retos tan importantes como los accesos carreteros.
La participación de las universidades, los colegios de profesionistas y la de especialistas, no solo es deseable, sino imprescindible.
Hoy, aun cuando existen mayores recursos fiscales y en la sociedad, así como tecnologías de punta, también hay que señalar la presencia de una sociedad más demandante y una burocracia cuyo funcionamiento se ha problematizado a la vez que el concepto de autoridad (independientemente de la que se trate) se ha demeritado.
La dimensión de los retos que ha traído el crecimiento de la urbe obliga a diseñar y operar nuevas y más audaces estrategias. El trabajo de los políticos en un país con autoridades provenientes de distintos partidos es mucho más complejo.
Sin embargo, ejemplos como los del Puente de Las Américas y Montevideo muestran que, cuando las cosas se hacen bien y con recta intención, perduran a través del tiempo como ejemplo para las generaciones presentes y venideras.
*Columna publicada en: Puente de Américas y Montevideo, 235 años de construido