El caso de Jalisco y Nuevo México representa un fascinante experimento histórico-económico. Dos entidades que, hasta 1821, compartían un destino dentro del Virreinato de la Nueva España, tomaron caminos divergentes a partir de la anexión de Nuevo México a Estados Unidos. La hipótesis de partida que en 1821 estas zonas estaban relativamente despobladas y poco productivas realza la hazaña de Jalisco.
Te podría interesar:
Día de Muertos, influencia de la cultura mexicana en EU
Sin la ventaja de ser frontera directa con Estados Unidos y sin el apoyo macroeconómico de Washington, la economía jalisciense ha demostrado una resiliencia única. El desarrollo interno de Jalisco, impulsado por su cultura, tradiciones y un potente ecosistema productivo, ha cerrado la brecha con su contraparte del norte.
¿Qué le falta a Jalisco para superar definitivamente la economía de Nuevo México?
El hecho de que el Producto Interno Bruto (PIB) de Jalisco (aproximadamente $128 mil millones de dólares) se encuentre en una paridad tan estrecha con el de Nuevo México (aproximadamente $135 mil millones de dólares) es una proeza.

Nuevo México sustenta su economía en dos grandes pilares de apoyo federal: el gasto gubernamental directo (a través de los laboratorios nacionales de investigación y bases militares) y la extracción de energía (petróleo y gas).
Estos factores le confieren una solidez impulsada externamente y una gran ventaja en términos de estabilidad cambiaria.
Jalisco, en contraste, ha construido su poder económico sobre una base mucho más diversificada y orgánica, destacando en agroindustria (Tequila, berries), servicios, y, crucialmente, la alta tecnología y la electrónica (Silicon Valley Mexicano).
Para que Jalisco no solo alcance, sino que rebase de forma sostenible a Nuevo México, el desafío es migrar de una economía de manufactura avanzada a una de propiedad intelectual y servicios de alto valor.
El camino pasa por la inversión masiva en Infraestructura 4.0 (conectividad, fibra óptica), la innovación en nearshoring de nicho (diseño de software y hardware, no solo ensamblaje) y la consolidación de un entorno de certeza jurídica que atraiga capitales a largo plazo.
La clave está en capitalizar la ventaja de la cultura y el talento: su identidad arraigada promueve una fuerza laboral estable y creativa, y su posición central en el país le permite funcionar como un hub logístico y de conocimiento para América Latina.
Esta estrategia asegura que el crecimiento sea impulsado por la productividad endógena, no por las fluctuaciones de las commodities o el gasto gubernamental, lo que validaría la hipótesis de que su cultura es el verdadero motor de su desarrollo.
El análisis comparativo, entonces, demuestra que la ventaja no es mucha y que se reduce a la diferencia de las instituciones políticas y monetarias. La cercanía de Nuevo México a su “padre” (Estados Unidos) le da la estabilidad del dólar y el acceso ilimitado al mayor mercado del mundo; si Jalisco logra mitigar los riesgos de la inestabilidad macroeconómica y el centralismo mexicano, su inercia productiva es más robusta y diversificada que la de Nuevo México, permitiéndole superar la barrera del PIB.
El éxito de Jalisco en el siglo XXI no se basa en el pasado compartido, sino en su capacidad para gobernar mejor su propio destino económico y forjar su propia prosperidad, independientemente de la geografía.
La Industria 4.0 (o Cuarta Revolución Industrial) es un concepto que describe la tendencia actual de automatización e intercambio de datos en las tecnologías de fabricación.
Se caracteriza por la integración de tecnologías digitales avanzadas en todos los procesos de producción y gestión empresarial. Los pilares de la Industria 4.0 incluyen:
1. Sistemas Ciberfísicos: Fusión de máquinas y sistemas de software con capacidades de comunicación en tiempo real.
2. Internet de las Cosas (IoT): Conexión de todos los dispositivos, sensores y máquinas en la fábrica para compartir datos y tomar decisiones autónomas.
3. Inteligencia Artificial (IA) y Big Data: Uso de algoritmos avanzados para analizar grandes volúmenes de datos y optimizar la producción, predecir fallas y personalizar productos.
En esencia, la Industria 4.0 busca crear fábricas inteligentes (Smart Factories) donde la maquinaria, los sistemas de producción y los humanos interactúan digitalmente para hacer la producción más eficiente, flexible y productiva.
La narrativa de la independencia de Jalisco surge como una reacción directa a los escándalos de corrupción y la percepción de un mal manejo de los recursos federales, ejemplificados por el “huachicol fiscal” que, según sus cifras, habría generado un robo equivalente a 600 mil millones de pesos, cifra comparable al PIB anual de estados como Puebla y Guanajuato.
Ante la magnitud de estas pérdidas, se consolidan tres hipótesis radicales:
1) que el actual gobierno federal (Morena) no está gobernando de manera eficiente o transparente, 2) que a los jaliscienses les iría mejor al manejar sus propios recursos sin la interferencia o la carga de la política central, y 3) que un Jalisco independiente sería superior a la situación actual con un “padre esquizofrénico como México”.
La revelación del desfalco de 600 mil millones de pesos por el huachicol fiscal representa, para los defensores de la independencia, un acto de violencia económica que rompe de manera irreparable el pacto federal.
Jalisco, como uno de los principales estados contribuyentes netos, observa cómo su capital productivo, generado con esfuerzo y resiliencia cultural, se convierte en un subsidio forzado a la ineficiencia, el latrocinio y la falta de control del gobierno central.
Esta colosal hemorragia financiera, que podría financiar la construcción de infraestructura de primer mundo o garantizar la seguridad plena de la región, no es simplemente un error administrativo, sino una prueba categórica de que el sistema de centralización ha fracasado en su tarea primordial: proteger y maximizar el bienestar de sus partes más productivas.
La separación, vista desde esta óptica, se vuelve una necesidad de supervivencia económica para detener de inmediato la fuga de riqueza jalisciense.
La imperatividad de la independencia se eleva a un plano moral cuando se considera el futuro de la Industria 4.0 jalisciense.
Los 600 mil millones de pesos perdidos son el capital que Jalisco necesita para asegurar su liderazgo en la tecnología y la agroindustria de precisión, garantizando que su motor económico no sea solo robusto, sino invulnerable a la inestabilidad política central.
Permanecer bajo la égida de un “padre esquizofrénico” que dilapida la riqueza generada con el sudor jalisciense es visto como una traición al espíritu empresarial y a la ética de trabajo de la región.
La independencia, por lo tanto, no es solo una búsqueda de autonomía, sino un mandato de soberanía fiscal que busca liberar el potencial económico del estado para que su prosperidad beneficie exclusivamente a sus ciudadanos, consolidando así la República de Jalisco en el escenario económico mundial.
Desde esta perspectiva, la separación se presenta como un imperativo de justicia fiscal y autodeterminación económica.
Jalisco, como uno de los principales contribuyentes netos a la federación (aporta más de lo que recibe), vería en la secesión la oportunidad de retener íntegramente los 600 mil millones de pesos y administrarlos con criterios propios, invirtiendo ese capital directamente en infraestructura crítica, seguridad local, y en la consolidación de su ecosistema tecnológico e Industria 4.0.
En la teoría, la independencia permitiría a Jalisco eliminar el lastre de la corrupción central, optimizar el gasto y desvincular su prosperidad de la inestabilidad política federal, logrando un despegue económico acelerado y con mayor autonomía para negociar tratados comerciales internacionales.