¿Qué sería de la humanidad sin sus soñadores? ¿Qué sería de nosotros sin nuestros sueños? ¿Lo has pensado? Seguramente no habría libertad, ni progreso, ni paz, ni justicia, ni montañas por escalar, ni mares que navegar, ni espacios que conquistar, ni metas por compartir.
No habría literatura, ni poesía, ni música, no habría pintura, ni arquitectura; no existirían La Piedad de Miguel Ángel, ni la Gioconda de Leonardo, ni la novena de Beethoven. Mozart y los Beatles serían nombres huecos.
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La Biblia, El Quijote y Hamlet jamás hubieran iluminado el camino de millones de pasos. El mundo sería un páramo, desierto cubierto por las arenas movedizas de la ignorancia. No habría nada, nada, nada, porque para soñar se requiere del otro.
Sin ti no existo, ni existe el amor y, sin amor, el futuro estaría vacío, porque el futuro y la realidad se alimentan de sueños.
Se vale soñar
¿El pasado? ¿Qué es el pasado? Inventario que acunó nuestras ilusiones. Entre los homínidos, nuestros ancestros y nosotros existen diferencias enormes: el pensamiento, el lenguaje, la rueda, la escritura, nuestras creencias, nuestros miedos y nuestras aseveraciones, nuestras proveedurías y la forma de enfrentar y resolver nuestros problemas.
El acceso a la información, el sentido crítico de la vida y sus valores, el uso de las tecnologías, nuestra percepción del tiempo, entre múltiples factores, nos hacen diferentes.
Sí, en el breve lapso de algunos milenios, hemos caminado un largo trecho, pero todo se inició cuando alguien se atrevió a soñar y dar el primer paso; cuando alguien pensó diferente, quiso y luchó por serlo, y esas diferencias fueron compartidas -a veces combatidas- con y por los demás.
Aunque prevalecen asimetrías brutales -la pobreza sigue siendo una vergüenza de la humanidad, la desigualdad de género, la violencia y la inequidad social, entre otras-, hoy somos mejores que nuestros parientes lejanos.
Tenemos mejores herramientas, somos más ricos y nos hemos ido alejando de algunos dogmas y paradigmas.
Hoy, a pesar de los pesares, somos más solidarios, más compartidos, estamos mayormente ocupados en preservar el medio ambiente y propiciar mejores condiciones de trabajo. Seguramente vamos por más y, en el fondo de los cambios, siempre aparecerá la sombra o el nombre de alguien que imaginó un mundo mejor.
Cuando, como hoy, reaparecen formas de hacer política que se suponían superadas, así como prácticas y comportamientos que chocan con la apertura que exige una visión plural y participativa, es momento de entornar los ojos y dejar volar la imaginación.
Es momento de “ponernos las pilas”. No dejemos pasar la oportunidad. El inicio del año es propicio para renovar nuestros propósitos de justicia, más aún cuando el domingo 2 de junio concurriremos a las urnas para elegir nuevos gobernantes.
Si queremos cambiar, seamos congruentes, asumamos nuestra responsabilidad. México puede ser tan justo como seamos capaces de soñarlo y, para ello, debemos actuar en consecuencia.
Te invito a que, tomados de las manos, caminemos impulsados por nuestros sueños. Es nuestro tiempo, tú eliges. ¡Elige bien!
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