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Trump cancela TPS de Honduras y Nicaragua
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En los primeros seis meses despachando en la Oficina Oval, Donald Trump ha puesto de cabeza a su país y al resto de la comunidad internacional.

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De manera sistemática y sin miramientos ha cruzado constantemente las líneas mínimas de una convivencia con respeto y de no injerencia en los asuntos internos de varias naciones.

​Medio año durante el cual la manera de gobernar ha sido con base en decretazos (170 hasta el día de hoy, más que los firmados en cuatro años por Joe Biden), amenazas tuiteras, descalificaciones de sus adversarios políticos y de gobiernos extranjeros, reprimendas a gobernadores demócratas y alcaldes de ciudades santuario en la Unión Americana, persecución y criminalización de los migrantes, amenazas (algunas de ellas cumplidas) de dejar diversos organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud o la UNESCO, pero también pactos militares empujados históricamente por Estados Unidos como la OTAN, y desde luego, su arma predilecta hasta hoy: mayores aranceles para los socios estratégicos y para quienes no lo son.​

También es cierto que en medio año en varias ocasiones Donald Trump se ha atragantado con el TACO (Trump Always Chickens Out) luego de sus amenazas.

Hasta este momento mucho de lo dicho por el inquilino de la Casa Blanca ha terminado en más ruido que nueces.

Lo que ha venido a caracterizar su mandato bajo el patrón de calumnias, hipérboles, insultos, especulaciones y disparates que por momentos nos hacen no tomar al pie de la letra lo que dice. A no dudar, Trump es una máquina de fabricar contradicciones.

Por otro lado, si ha llevado ataques sistemáticos a diferentes entes en su país, lo mismo recurre a la censura, la descalificación y a la discriminación de los medios de comunicación que el presidente considera que no tienen una cobertura noticiosa “adecuada”, que recortes presupuestales millonarios a los medios públicos, a las universidades y los espacios culturales; sin olvidar los cuantiosos recortes a programas sociales.

En estos meses de gobierno la apuesta de Trump ha sido convertir al Congreso en una oficialía de partes que aprueba todo lo que el republicano les envía, en pocas votaciones el neoyorquino ha encontrado alguna reticencia para que se lleve a cabo el alzamiento de dedo de los republicanos, así que los Representantes y Senadores de su partido han aceptado a pie juntillas ser los mirones de palo.

El último caso ignominioso fue la negativa a que se publicara la información del caso de Jeffrey Epstein donde se ha visto inmiscuido el presidente.

Si bien es cierto, Trump ha enfrentado multitudinarias manifestaciones callejeras de rechazo, hasta este momento los diversos frentes que se han manifestado contra su presidencia muestran poca articulación para significar una amenaza política para su gobierno.

Lo más delicado de estos primeros seis meses es que al interior de Estados Unidos se ha comenzado a hablar del “autoritarismo” del presidente, del debilitamiento democrático y de la persecución de los adversarios políticos, lo mismo que ha dicho Washington de varios gobiernos latinoamericanos cuando no son fieles a su mandato. Vaya paradoja que está viviendo Trump.

A querer o no, lo más difícil no son los seis meses que lleva Trump en la Casa Blanca, sino los tres años y medio que faltan para que se vaya.

Profesor del Tecnológico de Monterrey

@contodoytriques


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