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Sheinbaum, en una encrucijada: lealtad a México, o sumisión

Sheinbaum, encrucijada: lealtad a México, o sumisión
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Vaya dilema en el que se encuentra la Presidenta Claudia Sheinbaum: entre la lealtad al pueblo de México y las instituciones democráticas nacionales en proceso de demolición, y la lealtad llevada a la sumisión -no quisiera decir mecánica, irreflexiva- al ex presidente.

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No tengo duda de que la actual Mandataria es una mujer inteligente, preparada, honrada y honorable que cree, sinceramente -como debe de ser- en el compromiso del Estado con los más necesitados. Sin embargo, tengo algunas dudas de su honestidad. 

¿Por qué dudo de la honestidad de la Presidenta? Porque, siendo una mujer talentosa, estructurada mentalmente en el rigor de las ciencias exactas, es obvio que tiene la capacidad para diferenciar y calificar la conducta de quienes forman parte de la abigarrada mezcla de intereses y personalidades que López Obrador aglutinó en su camino al Gobierno de la República.

La honestidad es un valor que tiene que ver con decir la verdad, mientras que las mañaneras son un ejercicio de poder y negación, incluso de actos de evidente corrupción. Para muestra, el caso del infame Adán Augusto y sus secuaces.

Formada en el marco ideológico de la izquierda mexicana, Claudia Sheinbaum se encuentra atrapada entre su dogmatismo estatista y una realidad en la que imperan los intereses del capitalismo en su expresión más irracional. Para acabarla de amolar, la geografía nos unió, inevitablemente, a la nación más poderosa del mundo y a una visión de la realidad sujeta, en estos momentos, a Trump, un fundamentalista que se asume dueño del mundo. Reitero, creo en la buena fe y recta intención de la presidenta que, por cierto, se encuentra rodeada de una larga lista de políticos “de carrera y a la carrera”, sin escrúpulos y ávidos de influencia y riqueza.

Entiendo que la prudencia es una virtud en el ejercicio del gobierno. Entiendo que, a veces, la presidenta tiene que aceptar comportamientos que son irreconciliables con su cuadro de valores. Entiendo que, haciendo de tripas corazón, defienda lo indefendible; caso concreto, la enorme corrupción que representan el huachicol fiscal, el tráfico por las aduanas a cargo de la Marina o los latrocinios de los hijos del “prócer”. Sin embargo, la historia de México consigna, entre sus anales, el siguiente precedente: en 1936, el presidente Lázaro Cárdenas del Río montó en un avión al expresidente Plutarco Elías Calles y lo exilió por interferir en sus decisiones. Entre los viejos textos de literatura política se encuentra “Las sutilísimas astucias de Bertoldo”, publicado en 1606 por el autor italiano Giulio Cesare Croce. Bertoldo, ante la permanente intromisión de la esposa del rey en asuntos de Estado, le recuerda a su majestad que “el trono solo tiene espacio para dos nalgas”.

“Por sus hechos los conoceréis”. La señora Presidenta, primera mujer en ocupar el más alto cargo político en el país, tiene derecho a decidir cómo pasará a la historia nacional: como estadista, por su amor y compromiso con la patria, o como encargada de despacho de su predecesor.

*Columna publicada en: Sheinbaum, encrucijada: lealtad o sumisión


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