• miércoles, septiembre 18, 2024 6:57 pm

Proyecto Metropolitano ZMG

Por el bien ciudadano

Una hermana argentina que sufre

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A veces nos hermana la sangre que nos mantiene con vida; otras veces lo hace, tristemente, la sangre derramada.

Justo ahora, como ocurre en tantas ciudades mexicanas y cada vez con más frecuencia en Guadalajara, la ciudad de Rosario, a 300 kilómetros al norte de Buenos Aires, sufre un auge criminal que mantiene a sus habitantes en ese punto confuso entre la impotencia, la rabia y el terror que acá conocemos de memoria.

Guadalajara y la ciudad argentina de Rosario se asemejan en más de un modo. Ambas ocupan el tercer lugar entre las más pobladas de sus respectivos países (desde hace algunos meses Monterrey se convirtió en la segunda más poblada en México).

Ambas, también, se han ganado fama de semillero de talento musical, deportivo y político. Aquella urbe de la provincia de Santa Fe, de la que por cierto no es capital, vio nacer al Che Guevara, Libertad Lamarque, Roberto Fontanarrosa, Marcelo Bielsa y Fito Páez. 

Ese importante puerto fluvial es la casa de dos equipos de futbol de gran tradición, rivales acérrimos al estilo de Chivas y Atlas: los canallas del Rosario Central y los leprosos de Newell´s Old Boys.

Para mayores señas, de las fuerzas inferiores de este club rojinegro salió con boleto para la inmortalidad Lionel Messi. Por si fuera poco, se consigue allá un pan sospechosa y deliciosamente parecido a nuestro birote.

Desde hace unos días nos conecta, además, el horror de la violencia. Rosario ha sufrido actos violentos desde hace años, pero la situación recrudeció hace unos días, cuando en un tiroteo un niño de 12 años fue asesinado mientras jugaba en el barrio con sus primos, lo que provocó “un alzamiento popular contra el narco” en esa ciudad santafesina: los vecinos destrozaron viviendas identificadas como puntos de venta de estupefacientes y golpearon a un hombre vinculado a un grupo criminal.

Rosario Argentina

Días antes había sido atacado un supermercado perteneciente a la familia política de Messi. Aprovechando el viaje, amenazaron de muerte al héroe nacional.

Envidié la serenidad rosarina cuando conocí la ciudad hace 18 años. Nos hospedamos en un hotel en el centro, en una zona bulliciosa que me supo a San Juan de Dios, donde los azulejos del baño eran rosas y la regadera se encontraba justo debajo del lavado, de modo que para tomar una ducha había de medir no más de un metro.

Me enamoraron de la Chicago argentina el cielo azulísimo, las calles arboladas, las veredas tapizadas de otoño, un silo industrial convertido en museo de arte contemporáneo y la bellísima costanera del río Paraná.

La caminamos —recuerda mi entraña—  escoltados por un perro callejero durante horas, privilegio del que no he vuelto a gozar en sitio alguno. Aquella tranquilidad, que espero se restaure pronto, se ha esfumado.

Terrible hermanamiento: los 7 mil 493 kilómetros que separan la glorieta Minerva del Monumento a la Bandera se vuelven media cuadra en el espectro de la violencia. América Latina es una: aquí como allá nos gusta abrir los ojos y estar vivos, tener que vérnoslas con la resaca, no con las balas.


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por Juan Felipe Cobián

(Guadalajara, 1979) Este peatón es licenciado en Letras Hispánicas, editor, profesor, escribiente, miope y terco espectador del mundo.

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