Fuimos educados en la admiración al Ejército por su lealtad, honestidad, espíritu de sacrificio y, sobre todo, por el honor, me llama la atención que algunos de sus miembros se hayan olvidado de ello…
Como cada semana, Memo y Juan se reúnen en su café predilecto. Esta semana, Juan se hace acompañar por su sobrina Dani, quien vino de visita. En medio de la plática, Memo se muestra ausente, absorto en sus pensamientos.
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-Oye, ¿qué pues? ¿Me escuchas? ¿Por qué estás tan distraído? -cuestiona Juan.
-Fíjate que ahora que salió a la luz el escándalo del huachicol fiscal, traigo la cabeza dando vueltas -responde Memo.
-¿Por qué? -pregunta Juan.
-Es que, desde niños, nos enseñaron una serie de valores que siento, se están perdiendo -dice Memo.
-¿Cómo cuáles? -inquiere Juan.
-El honor. Fuimos educados en la admiración al Ejército por su lealtad, honestidad, espíritu de sacrificio y, sobre todo, por el honor. Además, tengo entendido que los militares tienen como credo y compromiso desempeñarse en cumplimiento de esa palabra. Me llama la atención que algunos de sus miembros se hayan olvidado de ello y eso me genera una enorme confusión y desasosiego -reflexiona Memo, rascándose la cabeza.
-Si son los buenos de la película, nuestros guardianes y nuestros protectores, quienes juran defender a la Patria, incluso con su vida, ¿en dónde quedamos nosotros? -exclama Dani.
-Por cierto, Juan, ¿para ti qué es el honor? -interroga Memo.
-¡El honor… es el honor! -afirma Juan y añade, saliéndose por la tangente- Dani es una tigresa para el idioma, que ella nos ilustre.
-Siempre y cuando no cause honorarios- dice Dani, entre risas y con tono doctoral, responde-. El grupo semántico al que pertenece la palabra “honor” está relacionado con términos como dignidad, respeto, virtud, gloria, reputación, honestidad, prestigio, integridad, honra y, tratándose de un cargo público, distinción. Es, pues, una palabra que implica valores personales y se usa para destacar la calidad ética, moral y comportamiento de alguien. ¿Está claro? -pregunta Dani.
-¿Claro? ¡Clarísimo! -responden a la vez Memo y Juan.
-Te digo -comenta Juan-, hay que hablar con la que sabe.
-Pues sí, pero no frecuentemente tiene uno la oportunidad de hacerlo, como hoy, con Dani -dice Memo.
-¿Sabes? Además, sucede que hay una gran confusión derivada de falsos paradigmas, como el de que “todos somos iguales” y podemos desempeñar cualquier función pública o privada, al margen de nuestra preparación y competencia -ilustra Juan.
-En efecto, ahí tienes el caso de generales, almirantes, coroneles o vicealmirantes cuidando aduanas, administrando la obra pública o construyendo trenes o refinerías sin que su capacitación profesional sea para eso. Ellos deben estar en los cuarteles, no en las calles, como policías de crucero -apunta Memo.
-Por eso, hoy tenemos a una gran cantidad de “representantes populares” impreparados, “mil usos”; ya sean diputados, senadores y gobernadores, como el de Sinaloa, que es un claro ejemplo de corrupción, cinismo e incompetencia -apostilla Juan.
-El problema es que el becerro de oro ha deslumbrado a la sociedad y todo gravita en el deseo de poseer cosas materiales y, no está mal que la gente lo quiera, lo que no puede ser es que sea el único propósito de vida -abunda Memo.
-¡Zapatero a tus zapatos! -exclama Juan.
*Columna publicada en: ¿Y el honor del Ejército?