Con la elección de Erika Pérez García como nueva dirigente estatal, Morena en Jalisco tiene la oportunidad de ser por fin lo que debe de ser un partido político con mando, con organización, con estructura, con coordinación y con orden, para dejar de ser la suma de “tribus” y de facciones en busca de espacios y en permanente disputa por el poder interno. Pero esto, dependerá de la nueva dirigente y del grupo político del que forma parte: el del senador Carlos Lomelí Bolaños.
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Con 68 votos a favor, el triunfo de Erika Pérez fue indiscutible en una sesión del Consejo Estatal donde se enfrentó a tres contendientes más y en la que aventajó con 20 votos a su más cercana adversaria, la exdiputada Leticia Pérez Rodríguez, y dejó muy atrás a Perla Ávila Jiménez, que obtuvo 31 sufragios, y a Alma Balderas Alatorre que apenas sumó 14 votos.
El que la jornada electoral se haya celebrado en paz, con tranquilidad, sin sobresaltos y sin amenazas de ruptura o hasta de violencia, es un factor más que juega a favor de la candidata ganadora.
Pérez García tiene, para empezar, un escenario y panorama favorable en términos políticos dentro de Morena.
Su primer problema podría ser, para arrancar, las condiciones en que hereda el partido por parte de Katia Castillo, una dirigente que pasó con más pena que gloria, y eso se demostró con el abucheo que se llevó por parte de la misma militancia durante la pasada visita de la dirigente nacional, Luisa María Alcalde Luján.
Erika Pérez conoce las condiciones en que llega a la dirigencia estatal de Morena y así lo declaró ante los medios de comunicación: “Es momento de regresar a las bases de nuestro movimiento significa escuchar a las y los militantes, crear igualdad de condiciones para todas y todos, promover los valores que nos definen y, sobre todo, estar siempre del lado de la militancia (…). Vamos a apostarle al diálogo. Yo sé que tenemos diferencias (al interior), pero tenemos por encima las coincidencias, que es a lo que vamos a trabajar (…). Vamos a cuidar paso a paso los procesos electorales, que es donde nos han metido gol”.
El reto de la nueva dirigente no es fácil; por el contrario, de inicio tendrá que trabajar de inmediato para limar las asperezas que existen entre los dos principales grupos que contendieron por esta dirigencia: el de Lomelí Bolaños, al que ella pertenece, al que se aliaron los grupos del diputado y coordinador de la fracción parlamentaria local, Miguel de la Rosa, y el del legislador federal Favio Castellanos, y el grupo del exdelegado en Jalisco, Alejandro Peña, con el que cerraron filas la excandidata a la gubernatura Claudia Delgadillo y el exaspirante a la alcaldía de Guadalajara, José María “Chema” Martínez, así como la diputada federal Merylin Gómez Pozos. La derrota demuestra que los bonos de Peña en Jalisco van a la baja, y anotemos que hubo 44 votos -de Perla y de Alma-, que se le fugaron a éste grupo como antilomelista.
Ambos grupos morenistas tendrán que ser “humildes” y aceptar que sólo con unidad es posible que ambos, y otros más que con fuerza, avancen y sumen victorias en beneficio del propio partido. De ellos dependerá que Morena sea realmente competitivo en el 2027 donde ya no estará en juego ni la presidencia de la República ni la gubernatura. Ahora todo dependerá del trabajo de los propios morenistas de Jalisco.
Los grupos de Lomelí y de Peña, así como el de los “abajofirmantes” que emitieron el viernes anterior una Carta Abierta a Alcalde Luján, tendrán que entender que sólo unidos tienen futuro, y que deben dejar en paz aquello de que “no importa quemar mi casa, con tal de ver la del vecino arder”, porque entonces lo único que tendrán garantizado será el fracaso electoral.
Y si no, al tiempo…